Carencias del cambio generacional

Progresemos

Carlos Manuel Echeverría E.

Carlos Manuel Echeverría

Me ha dolido mucho la agresión verbal y espiritual a la que innecesaria e injustificadamente sometió uno de nuestros diputados al Ministro Salas, faltándole el respeto a quien como persona por su alto cargo y el profesionalismo con el que lo ha desempeñado, no se lo merece. Uno puede estar o no de acuerdo con el Ministro Salas, pero él es el que asume la responsabilidad y me parece lo ha hecho con la hidalguía que en su cargo se requiere. Me sorprendió; no esperaba algo así.

El período gubernamental 2018-2022 ha producido un cambio generacional importante, quizás no tanto en calidad pero si en cantidad. Ahora estamos gobernados principalmente por gente relativamente joven para manejar desde la cúspide los asuntos de estado. Con algunas excepciones como las de don Juan Ramón Rivera y don Rodolfo Méndez, el mejor funcionario del Gobierno, desde el Señor Presidente de la República para abajo, nuestras entidades públicas están gobernadas por personas algunas muy capaces, pero con limitada experiencia en gestión pública y lo que es muy delicado, algunas demuestran a menudo muy poca conciencia de lo que significa el servicio público en niveles altos y la majestad de los cargos empezando por el de la Presidencia.

Nuestra Asamblea Legislativa al igual que el Gobierno de la República, se ha apuntado éxitos importantes impulsando y aprobando reformas legales de gran valía y pendientes desde hace varios lustros. Sin embargo, sabemos que gran parte de los diputados están allí por un accidente electoral que no debe volver a ocurrir; un descuido del electorado que al votar se dejó llevar en la primera vuelta por temas que si bien importantes evidentemente para aquel, no eran los fundamentales. Sin generalizar, eso ha facilitado que llegaran al Congreso personas sin la debida formación y que quizás nunca habían desempeñado un cargo público de importancia, sin la capacidad y “el mundo” requerido para ejercer escaño en el primer poder de la República, impresionables y posiblemente propensos a la “subida de humos” a la cabeza, lo que ha generado más de un berrinche innecesario e inconveniente en el Congreso. Es evidente que el nivel de debate en el principal foro del país no es el deseable y además, el que podría estarse mal entendiendo la llamada “inmunidad parlamentaria” que como todo, tiene sus límites legales pero también éticos.

Fui subdirector de OFIPLAN de la Presidencia de la República con rango de viceministro a los 25 años de edad, con poca experiencia pero tenía atestados profesionales bastante aceptables, una motivación especial por ejercer el cargo público y un Director con rango de ministro, el doctor Wilburg Jiménez Castro, con toda la capacidad, experiencia y ética “de este mundo” y la disposición a enseñarle “al carajillo” que lo acompañaba en el cargo, que a fe que se esforzó y aprendió. Pienso que esta combinación, que en ese gobierno se repitió bastante fue sabía, en el sentido de que “formó cuadros”, con gente de primer nivel como capitanes de barco y gente joven acompañando, con mucha voluntad de servir y de aprender. Debo agregar que fueron muchas las mujeres jóvenes que también terminaron de formarse de esa manera.

He ejercido otros cargos públicos de menor jerarquía pero todos con acceso directo a los niveles más altos del ejercicio del poder. Aprendí que los cargos públicos efímeros como son pero por su majestad, exigen de parte de quienes los ejercen, un respeto absoluto y una dedicación total, sin pensar por supuesto en prebendas y regalías, cosa que contrariamente se volvió norma, como si un cargo público sea un trampolín para la riqueza. Un cargo público es para servir y no para servirse, para ejercerlo siempre con elegancia, aún en los momentos más difíciles, cuando puede requerirse mucha voluntad y entereza.

Lastimosamente en Costa Rica se perdió esa mística que ni en las mismas universidades se da y más bien se promueve lo contrario, como ya lo mencioné. A veces me pregunto qué diría al respecto ese gran prohombre que fue don Rodrigo Facio, a quien lamentablemente perdimos prematuramente o don Luis Demetrio Tinoco que cuando ejercía un cargo público andaba dos plumas, una en cada bolsa delantera de la camisa como se usaba antaño: con la que decía Gobierno de Costa Rica firmaba los documentos de Estado y con la otra, comprada con su dinero, los asuntos personales. Esa pulcritud en general y en los diferentes ámbitos del ejercicio de la gestión pública tienden a perderse. Ello contradice majestad de los cargos y relaja el ejercicio de los mismos.

Quedan veinte meses de la gestión del presente parlamento y del Poder Ejecutivo. Ya que la suerte está echada y no es práctico plantear para el momento una fórmula como la mencionada en el párrafo anterior, no queda más que pedirle a los funcionarios del Poder Ejecutivo al nivel más alto que sean cuidadosos y transparentes en su gestión. A las personas que ejercen diputación, algunos mayores pero sin que hayan demostrado la capacidad de liderazgo requerido, que reflexionen, estudien, escuchen a la gente que más sabe sobre cada tema y los muy delicados de Estado, pero sobre todo, que sean muy cuidadosos con la forma en que expresan sus posiciones; hasta para increpar se debe ser siempre elegante. En su cargo la forma es tan importante como el fondo e importantísimo el no “creérsela”, pues en menos de dos años, que pasan “volados”, el boato embriagador se acaba.

Los costarricenses denotan que el ejercer poder los motiva. He escrito al respecto: https://bit.ly/34XdeGK. Las personas que ejercen la diputación, a mi juicio deben siempre dar el mejor de los ejemplos a la ciudadanía. Les corresponde entonces enfocarse más en el logro que en el ejercicio del poder de mala manera.

La experiencia señala la conveniencia en la próxima elección de que los partidos políticos armen sus listas para el primer poder de la República, buscando un balance entre jóvenes fogosos y gente de mayor de experiencia, todos integralmente bien formados por supuesto. A mediano o largo plazo, para cuando llegue el momento ansiado por muchos, de que se reforme nuestra constitución, conviene pensar en un parlamento bicameral, con un pequeño senado de figuras nacionales de alto voltaje. Así mismo conviene pensar en una forma distinta de elegir a los diputados abandonando el arcaico formato actual, buscando por ejemplo abrir la posibilidad de fraccionar el voto hasta por el número de diputados a elegir en la respectiva provincia (https://bit.ly/32XeGXp)

Servidor público y consultor

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