Apuntes sobre socialdemocracia

Apuntes sobre socialdemocracia

Cada cierto tiempo, como la marea roja, vuelven para atormentarnos ideas y conceptos que ya se creían superados. El liberalismo es uno de ellos, que volvió con gran fuerza de la mano de Reagan y la Tatcher y aquellos famosos «Chicago’s Boys» de Friedman. La socialdemocracia no ha sido la excepció9n a esto y también ha tenido sus «fantasmas», que cuando estuvieron vivos le causaron mucho daño, uno de ellos es la «Tercera Vía», que en Costa rica se llamó socialdemocracia «flexible» o «moderna», e incluso algunos hablan de «remozada».

La socialdemocracia «flexible», la puso en boga en su momento Oscar Arias, y fue su caballo de batalla ideológico para la toma del partido liberación en el 2003 y su posterior campaña presidencial del 2006. Por cierto, la moda llegó un poco tarde al país y que continuó su pupila Laura Chinchilla, aunque ya no utilizando ese nombre, aunque con efectos similares, algo así como «igual mono, pero con diferente rabo», como decian en mis tiempos de adolescente.

Dichosamente la moda, y también los gobiernos «flexibles» del PLN pasaron, pero no su influencia que todavía perdura y no deja de ser importante

De mi «socialdemocrateca», rescaté tres aportes, uno un breve resumen mío de algunos extractos de correos de un foro de discusión donde debatimos, precisamente, acerca de la socialdemocracia «flexible». Además, incluyo dos excelente contribuciones de Marcelo Prieto y Rolando Araya también sobre el mismo tema y que escribieron a mi pedido, dándole continuidad al debate, que ocurrió a principios del 2005.

Por su relevancia, y además porque parece que quieren resucitar al muerto (socialdemocracia flexible), me pareció importante hacer este pequeño compendio y publicarlo en Cambio Político

Carlos Revilla

Escribí sobre el tema

Se propone un cambio de la socialdemocracia hacia una «socialdemocracia flexible»; esto a mi modo de ver es algo desafortunado. Les transcribo mi comentario sobre este tema de un correo anterior:

«La socialdemocracia no tiene «bandas», es decir yo no puedo estar moviéndome en una socialdemocracia de «amplio espectro», esto no existe, soy clásico, remozado, de tercera vía, o lo que sea, pero no puedo ser todos al mismo tiempo. Hablan de estar en contra de la derecha libertaria, eso está bien, pero y ¿la derecha que no es libertaria? ahí parece que la «socialdemocracia flexible» calsa sin problemas y entonces no la critican. En realidad se trata de seguir llamando socialdemocracia a algo que en mi concepto ya no lo sería.»

Saúl Weislder también sobre el mismo tema escribió.

«…No me gusta el término «social democracia flexible» por lo que han anotado Carlos Revilla y otros. Creo que lo que ha habido desde hace muchos años es un proceso de remozamiento, renovación, de ahí el término que acuñé hace 20 años: SOCIALDEMOCRACIA REMOZADA; que no es «un traje a la medida»; es la revisión de ciertos aspectos ante realidades contundentes, la distinción entre principios y herramientas o medios y la reafirmación de principios fundamentales. (No quiero ser recurrente, pero en «UTOPÍA, SOCIEDAD Y BIENESTAR», UNA, 1993, se desarrollan algunos de estos temas. Esta es una socialdemocracia que, acorde a la naturaleza de ella misma (no dogmática) se adapta a las realidades. ¿Cabe debate? Claro. ¿Es válido mantenerse «jurásico»? Claro. Pero hay que atenerse a las consecuencias ¿Es válido tratar de «meter el neoliberalismo» a nombre de una revisión de la SD. ¡NO! y hay que atenerse a las consecuencias.»

Me parece que Saúl apunta hacia el camino correcto, en el sentido que intuye que lo que se quiere hacer al «flexibilizar» la socialdemocracia es darle cabida al neoliberalismo; y esto como dice Saúl, no puede ser, porque es renunciar a los principios.

En un artículo de hoy del periódico la República, nuestro excompañero Luis Guillermo Solís (nadie puede dudar de él como un socialdemócrata) dice lo siguiente sobre el tema:

«Lo que veo no es una concesión de los principios fundamentales sino un abandono total de ellos. Flexibilizar significa arriar las banderas, transformar el sentido que lo vio nacer. Se requiere volver al Estado solidario con instituciones fuertes y adecuada regulación a los privados, a la pureza del sufragio y a la lucha contra la probreza no de manera focalizada sino como un objetivo para el desarrollo.»

Siempre sobre el mismo tema, Rolado Araya en un excelente comentario nos dice:

«Por estas y otras razones, no me parece que la «renovación» de la socialdemocracia deba pasar por asumir los principios más añejos del liberalismo, aunque tampoco creo que la respuesta esté en desempolvar los viejos esquemas estatistas que en algún momento nos funcionaron. Ser fiel a la tradición -como decía Jaurés- es ser fiel a la llama no a la ceniza. Las luchas por la solidaridad, la igualdad, la justicia social en este nuevo siglo deben aparejarse a la propia identidad de cada pueblo, de acuerdo a su cultura y sus valores, lo que también deberá implicar una nueva relación de los partidos políticos con la sociedad y el Estado. Los esquemas mentales y políticos del siglo XX cada vez son menos eficaces para afrontar los problemas contemporáneos.»

A continuacón el aporte de Marcelo Prieto

El debate sobre la socialdemocracia

Estimado Carlos:

Debo felicitarte por haber logrado levantar el nivel del debate ideológico y la discusión sobre los principios esenciales de la socialdemocracia, mediante el aporte de documentos valiosos, como el de Lionel Jospin sobre la Tercera Vía o el reciente de Rolando Araya. Los aportes de varios compañeros como Luis Fernando Díaz, Julián Solano, Gilberto Monge, Bernal Arias y otros más, también han sido muy valiosos.

Logramos superar, por dicha, la discusión centrada en la charlatanería del «socialdemocratómetro» y otras tonterías por el estilo, que solo sirven -intencionadamente- para impedir el análisis serio sobre la crisis ideológica del Partido.

Te sugiero la posibilidad de que hagás circular el documento aprobado por la Internacional Socialista en la reunión de Sao Pablo, con una visión muy actualizada de los problemas mundiales y la respuesta socialdemócrta, y que se examine la posibilidad de convocar a un «Foro de Discusión sobre la Socialdemocracia del Siglo XXI», que complemente el debate en red. CEDAL podría ayudar en ese esfuerzo.

Me alegra que también, al menos un poco, hemos logrado superar el debate centrado en el ataque personal y no en los argumentos sustantivos, y eso es muy oportuno, pues la discusión ideológica de fondo y con altura es imprescindible en estos momentos, en que se habla de «flexibilidad» ideológica, lo cual es completamente inaceptable desde el punto de vista político y moral.

Podemos tener flexibilidad táctica, flexibilidad programática, flexibilidad electoral, pero jamás flexibilidad ideológica. Allí requerimos más bien FIRMEZA, porque los principios no son flexibles, sino rígidos, estables, precisos: son las «normas pétreas» de nuestra «constitución» interna. Siguiendo ese criterio de «flexibilidad» tendríamos que admitir, por ejemplo, que el principio de honestidad en la función pública, podría ser «flexibilizado», y que en ciertas condiciones podríamos aceptar o tolerar la corrupción administrativa y el robo de fondos públicos. Tendríamos que admitir que el respeto a la vida humana podría ser un principio «flexible», y que bajo ciertas condiciones se debería permitir el asesinato. Esos ejemplos, que son reducciones al absurdo, nos demuestran que en materia de principios y valores esenciales, las cosas no son ni pueden ser así: los principios no se negocian, ni se flexibilizan, ni se esconden, ni se ponen al margen. Los principios se respetan con firmeza o se cambian, pero no se «flexibilizan». Cuando se considera que ya no sirven, que son obsoletos, o que representan valores que no son aceptables, desde el punto de vista histórico, electoral o político, entonces se cambian. Y en política eso se vale, pero se debe hacer con valentía, sin tapujos y sin mascaradas. Esa posición es respetable cuando se hace con firmeza y con sustento en razones serias, y es desde luego, moralmente válida y políticamente aceptable. Pero entonces debe quedar claro que cambiamos de principios, y puede ser entonces que en ese cambio de principios cambiemos también, y probablemente, de valores esenciales, de cosmovisión esencial, de posición ideológica, de identidad, de camiseta y de bandera.

Los principios y valores esenciales de una doctrina política deben respetarse, si es que de verdad son principios y valores y no meros enunciados oportunistas o lemas de propaganda. De lo contrario, caeríamos en el cinismo de Talleyrand, cuando recomendaba: «apoyaos siempre en los principios: acabarán por ceder».

La socialdemocracia no puede ser «flexible» porque sus principios no lo son. Son principios muy firmes y muy claros, enunciados desde hace mucho tiempo, y que han venido sustentando PROGRAMAS Y POLITICAS -ellas sí- FLEXIBLES Y MODIFICABLES, necesariamente ajustables a las condiciones políticas, a la coyuntura electoral, a las realidades históricas.

Esos principios esenciales están enunciados desde hace año en documentos oficiales del Partido o de la Internacional Socialista. La Declaración de Principios de la Internacional, de 1951, es una buena exposición de nuestras tesis centrales, aunque un poco teñida del clima de la Guerra Fría. Esos principios también están claramente enunciados en nuestras Cartas Fundamentales.

Esos principios son simples, precisos y firmes. Si creemos en ellos somos socialistas democráticos, socialdemócratas o como se nos quiera llamar. Si no creemos en ellos ni los respetamos, no lo somos. Así de sencillo. No se necesitan aparatejos ni charlatanerías para medir esa adhesión, sino firmeza política y criterio moral.

¿Creemos en la libertad del hombre -de todos los hombres- como valor esencial, convencidos de que no hay libertad sino entre iguales ni igualdad sino entre libres?

¿Creemos que el fin último de nuestra acción política es la creación de un orden social nuevo, distinto del régimen capitalista rígido e implacable que ahoga a las mayorías, que le permita a todos los seres humanos vivir con dignidad?

¿Creemos que la democracia es un principio indivisible e integral, que debe realizarse en todos los ámbitos -el político, el económico, el social y el cultural- y no solo en el del régimen electoral?

¿Creemos que la democracia implica un régimen de participación efectiva de los sectores populares en la toma de decisiones EN TODOS LOS NIVELES?

¿Reconocemos el trabajo humano como el elemento preponderante en el proceso productivo, en el régimen económico y en la vida social, y estamos dispuestos a construir una sociedad que tenga como eje el trabajo y no el capital?

¿Aceptamos el papel rector del Estado en el proceso de desarrollo económico-social, defendemos el régimen de planificación participativa, democrática e imperativa que el Estado socialdemócrata debe imponer, y estamos convencido de que debe ser dotado de los instrumentos efectivos que le permitan ejercer esa función rectora?

¿Creemos que los recursos del país se deben destinar en primer lugar a la satisfacción de las necesidades de las grandes mayorías populares?

¿Estamos de acuerdo con el establecimiento de formas propiedad que descansen en el espíritu de solidaridad y de servicio, y que eviten la concentración de la riqueza y del poder?

¿Creemos que la tierra debe estar efectivamente al alcance de quienes la trabajan, y que no debe acapararse ni subutilizarse?

¿Estamos dispuestos a asumir el imperativo moral enunciado hace muchos años ya por el primer partido socialdemócrata de la Historia, el Partido de Lassalle, cuando postuló que «NADIE TIENE DERECHO A LO SUPERFLUO MIENTRAS ALGUIEN CAREZCA DE LO ESTRICTO»?

¿Estamos dispuestos a someter SIEMPRE toda nuestra acción política al parámetro simple definido por don Pepe en la Segunda Proclama de Santa María de Dota: «EL BIENESTAR DEL MAYOR NUMERO»?

Estos principios, estimado Carlos y compañeros de la Lista, no lo estoy inventando: están contenidos TODOS ELLOS, en documentos oficiales VIGENTES del Partido, aprobados oportunamente por las instancias partidarias internas correspondientes. TODOS SON VIGENTES. En la Comisión de Reforma de Estatuto que trabajó antes de la elección de las nuevas autoridades del Partido, habíamos recogido esos principios para su incorporación al proyecto de Estatuto. Mediante su transcripción prácticamente TEXTUAL, los habíamos incorporado en ese proyecto, que se puede ver en la página del Partido, pero para ahorrar esfuerzo, los adjunto a este fraternal correo, tal y como aparecen en los primeros artículos del proyecto. Repito que son copia prácticamente textual de Cartas Fundamentales y documentos programáticos APROBADOS Y VIGENTES.

Hay otros elementos que no se desprenden de documentos partidarios, sino del sentido común: en el mundo de hoy, ¿quién no sabe que el mercado equilibrado, la ley de la oferta y la demanda y el libre comercio solo existen en los manuales de economía ? ¿Quién no sabe que la «mano invisible» no es sino la mano escondida del gran capital? ¿Quién no sabe, como decía José Saramago, que los gobiernos que elegimos no son más que los comisarios políticos de los grandes intereses económicos y financieros ? Pero esa es otra historia, sobre la que tendremos que comenzar a discutir pronto, apenas terminemos de ponernos de acuerdo sobre los principios ideológicos y los valores morales que nos rigen, porque necesitamos hoy, más que nunca, el criterio que aplicamos hace ya muchos años en la vieja Juventud Liberacionista:

FIRMEZA IDEOLOGICA, CLARIDAD ESTRATEGICA, FLEXIBILIDAD TACTICA.

Un abrazo fraternal.

Marcelo Prieto.

Y este es el de Rolando Araya

Estimado Carlos:

Lamento no estar muy familiarizado con la discusión de que me hablas. Pero no me extrañan los términos, según me lo describes, pues la confusión no es exclusiva de estas tierras. Vivimos circunstancias muy distintas. Ha irrumpido un gigantesco fenómeno internacional, llamado globalización y se han producido inusitados avances tecnológicos. Grandes corporaciones manejan la economía y la política como las dueñas del mundo. Las instituciones democráticas, los partidos y los líderes políticos cada vez cuentan menos en la definición de los rumbos de sus propios países. Ante un fenómeno así, revivió el capitalismo de los primeros años, a escala internacional, sin controles, sin limitaciones. Los sobrevivientes de una izquierda dispersa tratan de volver a viejas fórmulas para contener el fenómeno, pero la mayoría se acomoda a las nuevas circunstancias.

Muchos anhelan viejas recetas pero cada día hay más conciencia de la necesidad de producir ideas propias, adaptadas a la cosmovisión de cada realidad. No es cuestión de ir a buscar a Alemania o a Gran Bretaña los nuevos manuales. Las recetas ideológicas, salidas de alguna experiencia exitosa, no son necesariamente útiles en otras partes. Y los latinoamericanos hemos mantenido una discusión ideológica muy ligada al debate europeo. Lo de Europa es admirable, pero lamentablemente no es aplicable en todas partes. Y uno de los grandes errores, que han causado mucho sufrimiento y pobreza en la mayor parte de los países pobres del mundo, consiste en tratar de aplicar esas ideas en otras realidades distintas, tanto las procedentes de tiendas conservadoras, como socialdemócratas y comunistas. El mundo está lleno de ejemplos de experimentos políticos fracasados en muchas partes. Pero aun con eso, se sigue creyendo que puede mejorarse la calidad del vino, mediante el mejoramiento de la copa, a través de instituciones, leyes, modelos e ideologías, con frecuencia inaplicables. Nuevas ideas se inspiran en reconocer el relativismo cultural, la teoría del caos, el pensamiento sistémico y otros aspectos, con lo cual se cae en la conclusión de que aun cuando hay ideas mejores que otras, cuenta más el caminante que el camino. La situación de un país depende más de la calidad del ser humano que lo habita, en términos de educación, valores, destrezas y otros aspectos semejantes.

Ciertamente, antes que los programas y las recetas, lo que cuenta son las escalas de valores en que se inspiran los pueblos. Y la escala socialdemócrata se basa en la solidaridad, la igualdad, la libertad, la justicia social, la cooperación, el equilibrio ambiental (algo más reciente), la vida, la búsqueda de la paz mundial, entre otros valores. El planteamiento capitalista se inspira en otros valores, como el individualismo, la competencia, la búsqueda desenfrenada del enriquecimiento. Pero en todo caso, de manera muy inconveniente, el totalitarismo financiero y el capitalismo global han ido imponiendo la ética del dinero por encima de todos los demás valores. Y esto está causando estragos tanto en la corrupción, como vemos por doquier, como por la concentración de la riqueza, la destrucción ambiental y el cinismo como se mira la desastrosa situación social de los países más pobres. Contrarrestar esto no es cuestión de buscar recetas más novedosas. Para tener éxito con los programas políticos es necesario asegurarse que las brújulas apuntan hacia los valores adecuados. De otra manera se está perdiendo el tiempo, creando frustración y más condiciones para acentuar la pobreza.

Costa Rica tuvo mucho éxito con las ideas socialdemócratas y la economía keynesiana. Pero eso se ha abandonado. Los criterios en boga jamás lograrán superar las injusticias crecientes, acabar con la pobreza y aliviar la grave patología social que padecemos. La barbarie economicista que domina, inspirada en un materialismo enajenante, deja de lado la cuestión social, la educación, la cultura y otros aspectos esenciales en el camino hacia lograr una sociedad más feliz. Solo cuenta el registro de cifras que parecen fabricadas, y el aumento en la producción, exiguo en todo caso, solo va en beneficio de una minoría local y solo se ve en el aumento en la repatriación de ganancias por parte de empresas extranjeras. Los asalariados ni siquiera reciben una compensación por la inflación. A falta de mejores ideas, o quizás, de mejores intenciones, se pretende aprobar un tratado de libre comercio con Estados Unidos, que representa la adopción de un modelo ideológico de derecha, a perpetuidad. No es un simplemente un acuerdo sobre cuestiones comerciales. Y creo que haría bien analizar los problemas locales, como la creciente ingobernabilidad, rayana ya en anarquía, la destrucción de la infraestructura, la patología social, la obsolescencia de buena parte de las instituciones públicas, para mencionar solo algunos, en función de valores, de aspiraciones, de pensamiento propio, y no de una exégesis de supuestas fórmulas de aplicación universal.

El debate sobre la Tercera Vía fue dejado hace mucho tiempo de lado en las discusiones de los partidos socialdemócratas -al menos en Europa-. Me inclino a creer que esto de la «Tercera Vía» en Inglaterra o el «Nuevo Centro» en Alemania no fue más que una estrategia mediática hábilmente utilizada por los laboristas británicos y los socialdemócratas alemanes para volver al poder después de 15 años en la oposición. En esos países, le hegemonía ideológica de los conservadores había calado profundamente, lo que les había permitido acabar casi completamente con el Estado de Bienestar y de paso debilitando a los sindicatos, base de sustentación tradicional de ambos partidos. De manera que, a fin de ganar el «centro político», estos partidos idearon una estrategia publicitaria destinada a demostrar que no eran ya los «derrochadores – cobradores de impuestos de los años setenta». Se llegó a decir, por parte de sus proponentes, que la Tercera Vía eran las ideas de la derecha, pero llevadas a cabo por la izquierda. Ciertamente, ha desaparecido la inspiración fecunda de otros tiempos.

Esa estrategia pudo haber sido una muy buena estrategia en el plano de lo mediático, pues les permitió ganar las elecciones, sin embargo el precio ha sido muy alto. Al desvincularse de los sectores sociales populares, ambos partidos se han convertido en meras maquinarias electorales, sin ninguna vinculación con sindicatos o movimientos populares, que en Europa, a diferencia de nuestro país, son todavía muy influyentes.

No obstante que «intelectuales» como Anthony Giddens o Bodo Hombach pretendieron darle a la Tercera Vía un marco filosófico, la verdad es que la renovación de la socialdemocracia que ellos pretendían se remitía a buscar las respuestas del socialismo del futuro en el pasado del liberalismo y eso constituyó una contradicción fundamental. En la práctica real, ambos partidos han ido aun más lejos (en materia de privatizaciones, reducción del Estado de Bienestar, ampliación de la lógica de mercado sobre los criterios de solidaridad y justicia social) que sus propios rivales, ya sean conservadores o democratacristianos. Schroeder se ha enfrascado en un programa de «reformas» denominado Agenda 2010 que viene a ser el tiro de gracia al Estado de Bienestar en Alemania, algo que ni siquiera Kohl se atrevió a hacer. Como resultado, el SPD ha cosechado recientemente sus peores resultados electorales desde que fue fundado hace ya más de un siglo. Ha habido un flujo incesante de renuncias al partido y se ha constituido un nuevo partido de centro-izquierda que pretende levantar todas las banderas sociales que el partido hizo de lado.

Por otro lado en Inglaterra, el hecho de que Tony Blair se apreste a reelegirse no es una señal de la buena salud de la Tercera Vía, aquí hay que tener en cuenta más elementos, como la crisis estructural que padece el Partido Conservador.

Sólo el hecho de que Blair haya arrastrado al pueblo inglés a una guerra imperialista al servicio de los intereses más espurios ya sería una razón suficiente para descalificar a la Tercer Vía, como una pretensión de «renovación de la socialdemocracia». El socialismo democrático ha estado desde sus inicios, comprometido con la paz y con el derecho. Hay que recordar a hombres como Jean Jaurés, Willy Brandt, Olor Palme o el mismo Don Pepe.

En cuanto a la política interna, también el New Labour ha dado continuidad al thatcherismo más virulento, debilitando los servicios sociales y apuntalando todas las «conquistas» que los conservadores llevaron a cabo en tiempos de Thatcher y Major. Consecuentemente el Partido Laborista ha venido ocupando el papel del debilitado Partido Conservador como defensor de los grandes intereses económicos, lo que – al igual que en el caso alemán- le ha distanciado de los sectores populares y las clases medias. Muchos dirigentes sociales y varios diputados se han marchado integrándose a una nueva organización llamada Respect Coalition, que pretende llenar el vacío que ha dejado el PL en el centroizquierda..

Por estas y otras razones, no me parece que la «renovación» de la socialdemocracia deba pasar por asumir los principios más añejos del liberalismo, aunque tampoco creo que la respuesta esté en desempolvar los viejos esquemas estatistas que en algún momento nos funcionaron. Ser fiel a la tradición -como decía Jaurés- es ser fiel a la llama no a la ceniza. Las luchas por la solidaridad, la igualdad, la justicia social en este nuevo siglo deben aparejarse a la propia identidad de cada pueblo, de acuerdo a su cultura y sus valores, lo que también deberá implicar una nueva relación de los partidos políticos con la sociedad y el Estado. Los esquemas mentales y políticos del siglo XX cada vez son menos eficaces para afrontar los problemas contemporáneos.

Marx decía que los proletarios solo las cadenas tenían que perder. Daniel Oduber, al comentar la revolución estudiantil de 1968, decía que, a esas alturas, los obreros franceses también podían perder el televisor nuevo, el auto recién comprado, el apartamento amueblado y muchas cosas más. Ciertamente, la clase obrera de Europa ya no es el proletariado del siglo XIX y no parecieran estar dispuestos a muchos sacrificios por los pobres del mundo. Las propuestas recientes y la experiencia así lo demuestran. Los pueblos pobres, aun cuando se inspiren en los valores del socialismo democrático, no pueden ahorrarse el trabajo de empezar su propio camino, de trazar sus propios rumbos. Y esta tarea me parece más productiva que una discusión sobre el pasado y el presente de la socialdemocracia europea.

Un abrazo

Rolando Araya Monge

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