PARA ABOGADOS
TENÍA don Adán su oficina de abogacía y notariado en las antiguas Arcadas, frente al Teatro Nacional, contiguo a la de su querido amigo y colega, el Lic. don Horacio Castro Rodríguez, de grata memoria.Al llegar temprano una mañana, con desagradable sorpresa, se encontró don Adán con que algún apurado trasnochador, había dejado una mal oliente «necesidad» en la propia entrada de su bufete. Después de la correspondiente limpieza, el asunto quedó olvidado, pero a la mañana siguiente, se repitió el hallazgo. Entonces don Adán al descubrir la porquería, llamó al Lic. Rodríguez, que había protestado por la primera «deposición», y le dijo jovialmente:
-Mirá Horacio, como que aquí vamos a tener que hacer un «INTERDICTO DE OBRA NUEVA».
Tomado del Anecdotario del Lic. Adán Acosta V.