Análisis pedestre del presupuesto

Progresemos

Carlos Manuel Echeverría Esquivel
cmecheverria@yahoo.com

Carlos Manuel Echeverría

No soy especialista en el análisis presupuestario. Sin embargo, me gusta estudiar y opinar, participar…derecho y deber ciudadano indiscutible.

El señor Ministro de Hacienda ha presentado el presupuesto nacional al Congreso de la República tal y como corresponde; ahora le toca éste modificarlo si se requiere y aprobarlo a más tardar el 30 de noviembre del año en curso, para que entre a fungir por un año a partir del próximo enero. Haré del presupuesto nacional 2021 un análisis que llamaré pedestre, propio del ciudadano “de a pie” que soy.

Por el nombre se saca lo que significa presupuesto; no llega siquiera a “supuesto”. Es un estimado casi que preliminar, un acto de fe, de ingresos y sus fuentes por un lado y de egresos y destinos por el otro. Si no se tuviera, el aparato estatal funcionaría en total caos.

Recordemos además que el presupuesto nacional corresponde al de las entidades del Gobierno Central y sus instancias desconcentradas, que se administran a sí mismas pero de acuerdo a las directrices que reciben de la jerarquía del órgano al que están adscritas. El resto del Poder Ejecutivo, las llamadas entidades autónomas incluyendo la CCSS, que opino es de desconcentración máxima pero no descentralizada, tienes sus propios presupuestos. Este aspecto es un punto importante a tener claro, más siendo el que viene un año pre electoral. Es lógico pensar que el Gobierno de turno hará el máximo esfuerzo para que el impacto electoral del gasto se magnifique a su favor hasta donde sea posible. Esto es así en Costa Rica y en cualquier latitud donde rija la democracia republicana pluralista.

El presupuesto nacional de este año es particular. En primer lugar se da en tiempos de pandemia, que aunque no es culpable de la crisis financiera que el país tiene, si la ha agravado y adelantado; ha provocado también variaciones en la tradicionalidad de los rubros de gasto y montos en ellos. Por otro lado ya casi somos OCDE y el participar en ese exclusivo club donde Costa Rica estará por muchos años apenas guindado, nos obliga a cumplir con ciertos parámetros de excelencia en cuanto a la dinámica del desarrollo. Así mismo, estamos cerca de firmar un acuerdo con el FMI que va más allá de un primer préstamo y que veo como la única salida realista y no autodestructiva, para superar el enredo financiero y estructural en relación a los balances sectoriales económicos, en que a partir del 2006 nos metimos como país.

Habrá algunos inclusive en el gobierno, que cínicamente por sus propios objetivos o ingenuamente por ignorancia, pretenderán engañar al FMI, la banca de desarrollo y comercial internacional, los inversionistas y con quienes comerciamos. Si lo intentan lo que estarán haciendo es promoviendo un auto engaño sin tener alternativa viable. Ese es el caso por ejemplo de la regla fiscal, lo que se pondrá a prueba cuando vengan modificaciones presupuestarias de ingresos y egresos. Ya metimos un golcillo con el tema de la regla fiscal y las municipalidades; otro no creo sea aceptable…agradecería al Congreso de la República no intentarlo. No somos tan chiquitos en el consorcio internacional del cual queremos formar parte como para que no se note. Espero que tampoco tan irresponsables como para lanzarnos al vacío del desastre económico.

Es un presupuesto que por primera vez en muchos años presenta una disminución del gasto sin incluir amortización de deuda e intereses, del 5.3% respecto al de 2020. Esta disminución puede ser teórica si como ha sucedido en años anteriores y seguramente en el presente, el gasto real es menor al gasto presupuestado, lo que puede atribuirse entre otras razones a la elaboración deficiente del presupuesto institucional, mala ejecución, proyectos importantes que por temas de licitación no se concretaron y así por el estilo.

Según la OCDE cerca del 50% del gasto del presupuesto total del sector público costarricense está directamente relacionado con los servicios personales, el de remuneraciones y pensiones, en muchos casos en ambos rubros inflados por prebendas y gollerías. Algo muy serio es que el 54.9% de este presupuesto se financia por deuda interna -que drena recursos al sector productivo- o externa. Eso es como el rico en quiebra que toma prestado para seguir financiado su acostumbrado nivel de vida. Pienso que ya sea en el 2021 o luego, este rubro de alguna u otra forma tendrá que disminuir drásticamente, ojalá con las consideraciones sociales de rigor.

Estamos hablando de un presupuesto nacional del gobierno central solamente, que viene a ser un 31.9% del PIB. Eso es demasiado alto, cerca de ser asfixiante para el sector productivo. Si no lo bajamos radicalmente en los próximos años, ya sea por acción directa o por crecimiento de la economía nacional, que en mucho depende de la efectividad de todo el aparato estatal, nos hundiremos, sin posibilidad de generar otro tipo de economía, contrario a lo que podrían pensar seguidores de la economía vudú. Soy optimista en que nuestra economía presenta las condiciones para dinamizarse paulatinamente, si cuidamos las variables macroeconómicas. Ojo y no estamos cuidándolas y nos pasa lo de la ranita a la que le fueron calentando el agua en su pileta poco a poco, sin que se diera cuenta del proceso. Costa Rica tiene un problema financiero, no uno económico. Si aquel se resuelve, lo que tomará tiempo y sacrificio, salimos más que avantes.

Se ha sacrificado el rubro de inversión para nuevas obras de infraestructura socio económica, por culpa del alto costo de amortizar principal e intereses generados por una dispendiosidad en el gasto estatal arraigada a partir del 2006. Esta reducción seguramente se refleja en el monto de contrapartidas financieras de préstamos específicos para financiar obra pública. Eso es trágico, pues esa infraestructura cuando es social, protege y fortalece el recursos humano, motor y fin último del desarrollo; y cuando es económico, facilita la labor productiva y comercial privada, la que genera riqueza. Afecta a los emprendedores de todo tamaño, a las pequeñas y grandes empresas, las que sistémicamente se entrelazan y mueven el país económicamente. Enhorabuena la noticia de que el ICE reducirá su tarifa industrial, ojalá sosteniblemente, para que empresas electro intensivas como VICESA puedan ser competitivas internacionalmente.

Idealmente el presupuesto debería ser el resultado de un proceso de planificación plasmado en el plan nacional de desarrollo, es de esperar elaborado con participación de las fuerzas socio económicas debidamente organizadas. Lamentablemente sabemos que no es así y que el presupuesto nacional no es otra cosa que un esfuerzo por financiar rubros ya consolidados.

Se habla de que el presupuesto nacional tiene menos de 10% de flexibilidad, lo que desde una perspectiva financiera puede ser cierto. Sin embargo y dependiendo de la orientación del gasto en base a un PND estratégico, los recursos humanos y otros podrían asignarse a sectores prioritarios, mejorarse sustancialmente los procesos de dirección política en cada ramo o sector, así como de gestión, motivación y compromiso en las unidades de ejecución. Ello facilitaría lograr los niveles de implementación que permitan al gobierno central hacer más o al menos lo mismo con menos recursos. Todo un reto para quienes gestionan las diferentes instancias, quizás no preparados para ello y para el sindicalismo.

El que por la vía del gobierno central se canalicen menos recursos al comercio no agradará a éste, pero el sacrificio es válido y necesario. Inaceptable es inflar la oferta monetaria mediante emisión inorgánica, lo que provocaría inflación y con ello un círculo vicioso de deterioro en el tipo de cambio y el desplome económico: viene la indexación, los inversionistas y ahorrantes pierden confianza y desde la perspectiva presupuestaria, los colones presupuestados para el pago de la deuda o contrapartida de préstamos serán insuficientes. Tenemos que cuidar las divisas fuertes en nuestro poder y las que generemos, que es lo que nos permite importar. Estamos ahorrando divisas en algunos rubros, pero aumentando las importaciones para enfrentar la pandemia. Debemos ser cuidadosos.

El asunto no es jugando y más que nunca está en juego nuestro futuro inmediato, a mediano y largo plazo. Este presupuesto nacional puede ser un punto de inflexión entre la dispendiosidad que nos ha llevado al borde del precipicio y una economía sana y productiva que facilite el progreso social y sostenible de todos.

Ex viceministro-subdirector de OFIPLAN de la Presidencia de la República.

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