Ambientalista egoísta

Pandemia

Yayo Vicente

El ambientalismo dejó de ser una práctica altruista, desinteresada y filantrópica. Hoy se trata de sobrevivencia, ser ambientalista es egoísta, lo debemos de hacer por nosotros mismos, para salvarnos y seguir un rato más en este planeta.

Al contrario de los demás animales, que se someten a la evolución natural, que elimina a los individuos no aptos (en determinados contextos o climas), el Homo sapiens adapta el ambiente a su conveniencia. Lo hace alterándolo, fue de bajo impacto cuando éramos poquitos, pero actualmente somos en el 2021, más de 7.000 millones y nos acercamos cada vez más a los 8.000 millones de seres humanos vivos. Estamos en cada esquina del planeta, por esa “habilidad” de cambiar el entorno, para convertirlo en habitable para nosotros, una receta que parece funcionó mucho rato, pero que dejó de ser sostenible con el tiempo.

En ese ir y venir de las personas por el mundo, no hemos ido solos. Llevamos una mochila llena, no solo con nuestros gérmenes provocadores de enfermedades y hasta pandemias, también con algunos animales que hemos considerado útiles como perros, gatos, animales comida, de trabajo y de abrigo (carne, leche, huevos, lana y tracción de sangre), a ellos se les juntan las plagas que nos acompañan: zancudos, roedores, cucarachas, moscas …

Nuestros amados perros (de lejos el primer animal no humano domesticado), exterminaron al dodo (Raphus cucullatus), posiblemente el ave extinta más conocida. Esos peludos se comieron los huevos antes que nacieran los polluelos. En Australia, los animales que llevaron los conquistadores europeos, son hoy un gravísimo problema para la fauna autóctona y para los delicados ecosistemas australianos.

Esa destrucción que hemos venido realizando para nuestro confort, puede dejar lesiones visibles en el acto mismo, otras veces las consecuencias las podemos ver muchos años después. En ocasiones, para arreglar una torta hacemos una nueva. Es que la naturaleza construye su alambicado y delicado mundo, como un enorme rompecabezas, donde cada pieza interactúa con la otra, haciéndola indispensable para el conjunto.

La leña que sacábamos del bosque para utilizarla como combustible y la grasa de las ballenas que usábamos para alumbrar las ciudades y casas, fue sustituida por combustibles fósiles, que han salvado bosques y ballenas. Pero el peaje no fue barato.

La caza industrial de las ballenas comenzó en el siglo XVII, pero es a principios del siglo XX, con el uso de nueva y poderosa tecnología, que se superó el límite sostenible. Durante la década de 1930, más de 50.000 ballenas fueron sacrificadas cada año. Hoy quedan menos de 400 ballenas francas glaciales en el océano, lo que las convierte en una de las especies en peligro crítico de extinción del planeta, otras ballenas, como la la yubarta o jorobada, la gris y la ballena azul también están amenazadas.

La industria ballenera está a punto de desaparecer. Las grandes manadas de ballenas que antes recorrían los océanos, se han casi exterminado. Ahora es preciso recurrir a la tecnología espacial para descubrir sus vestigios.

Llegamos a esta encrucijada sabiendo mucho más del mundo natural, con mayor conocimiento y conciencia. El rol de las ballenas en el funcionamiento del ecosistema marino es fundamental. Sus heces son ricas en hierro, nitrógeno y otros nutrientes, aumentando la productividad de pequeñas algas conocidas como fitoplancton. Éstas son el principal alimento de pequeños crustáceos conocidos como kril, que a su vez sostienen la vida de cientos de especies de peces, aves y mamíferos marinos, incluidas las ballenas.

Estos eventos de fertilización también pueden facilitar la mitigación de los impactos negativos del cambio climático. La cantidad de hierro contenido en las fecas de las ballenas puede llegar a ser 10 millones de veces mayor que el nivel de hierro en el ambiente marino, desencadenando importantes florecimientos de fitoplancton, que secuestran miles de toneladas de carbono de la atmósfera anualmente.

Cuando mueren, sus enormes cuerpos caen al fondo marino, convirtiéndose en la mayor y más nutritiva fuente de deshecho alimenticio, capaz de sostener una sucesión de conjuntos macrofaunales por varias décadas.

Los combustibles fósiles que salvaron a las ballenas, están causando un incremento de gases de efecto invernadero (GEI), que producen el peligroso cambio climático. El ambientalista moderno, está volviendo sus ojos a las energías limpias, como un camino de evacuación, que nos puede sacar (¿a tiempo?) del enredo en que nos metimos nosotros mismos.

Durante milenios esclavizamos a otros seres humanos, las razones espurias a las que echamos mano, fueron variadas: sexo distinto, color de piel distinta, botín de guerra y hasta por ser nuestros hijos. Poco a poco la humanidad ha venido eliminando la institución de la esclavitud, sin acabar el trabajo de una persona para otra persona. Lo hemos hecho haciéndolo moralmente aceptable: regulando jornadas, pagando por el trabajo, derecho a renunciar, condiciones laborales adecuadas, pensiones, vacaciones, días libres, salud ocupacional, estableciendo la edad mínima y demás condiciones.

Ahora le toca el turno a los animales no humanos. La ciencia nos enseñó que muchos tienen órganos y sistemas muy semejantes a los nuestros, por tanto con capacidad de sentir (dolor y placer), capacidad de elaborar sentimientos (odio y afecto) y con una inteligencia más allá de la que suponíamos. La empatía que hemos venido desarrollando por los demás animales, posiblemente sea una proyección que hacemos por las amenazas ante las cuales nos enfrentamos (hambre, pandemias, cambio climático, conflictos nucleares…). Al mismo tiempo esa nueva actitud nos permite un mayor refinamiento espiritual. Hacer moralmente aceptable nuestra relación con otras especies, es lo que hemos llamado “Bienestar Animal”.

Existen otros seres vivientes que, sin tener una anatomía como la nuestra, tienen capacidades sorprendentes.

Las abejas se comunican entre sí, para eso utilizan diferentes tipos de feromonas, cada una con una función diferente. Así pueden alertar sobre un peligro inminente que afecta a la colmena, marcar las flores que ya han sido libadas (lo que significa que ya se ha obtenido néctar de ellas) para evitar que la siguiente vaya a la misma flor, señalar fuentes de agua, la entrada a la colmena o dejar señales cuando el enjambre tiene que trasladarse, para evitar que se pueden perder las abejas que no estaban presentes en el momento de la mudanza.

Además del uso de feromonas, las abejas cuentan con un sistema de comunicación conocido como la “danza de las abejas”, con movimientos y desplazamientos, con los cuales transmiten sus mensajes. Por ejemplo, cuando se acercan a la colmena, siguen una trayectoria con forma de ocho horizontal. Ese movimiento se acompaña por el bamboleo de su vientre de un lado a otro, cambian los ángulos de los meneos y movimientos corporales en función del mensaje a transmitir a sus compañeras. Teniendo un gran repertorio de movimientos, a veces solo diferenciados por sutiles diferencias, prácticamente imperceptibles para el ojo humano.

Sus capacidades organizativas y su eficacia en hacer funcionar un engranaje tan complejo y eficiente de la colmena, nos lleva a pensar que tienen una “inteligencia colectiva”. Las hormigas también forman comunidades muy interesantes, intrigantes y complejas.

En el misterioso mundo de las plantas, hemos descubierto que se comunican a través de señales olorosas, visuales, auditivas, químicas y eléctricas, entre ellas y con otras especies. Además son solidarias, las plantas identifican a aquellas con características genéticas similares y cooperan entre sí, lo hacen a través de receptores de luz (fotorreceptores).

Algunas plantas hasta ven, como la Boquila trifoliata (tal vez con ocelos), pues imitan a las hojas de otras plantas. Se pensó lo hacían mediante señales químicas, pero cuando se le pusieron imitaciones plásticas, comenzaron a cambiar la forma de sus hojas para parecerse a las sintéticas.

Si entramos al micromundo, aquel que no vemos a no ser con aparatos, otra vez nos volveremos a sorprender.

Es la gran paradoja, sabemos más, tenemos mayor conciencia, pero … ¿estaremos a tiempo para revertir tanto daño? Hoy la protección ambiental cuenta con un buen aliado, el EGOCENTRISMO, la necesidad de sobrevivir a nuestras torpezas, El ambientalista debe ser egoísta, un sentimiento que finalmente será útil.

PANDEMIA. El fenómeno salud-enfermedad, es complejo y cuando se escala a una población, se le suman infinidad de nuevas variables, haciéndose todavía más intricado. Poner en palabras simples lo que todavía no termino de comprender, ha sido mi reto durante la pandemia por COVID-19

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