Rohingyas: la huida infinita

Guadi Calvo

Myanmar

La comunidad musulmana de Birmania, unos tres millones de personas, conocida como Rohingyas, nunca fue integrada a su nación, mayoritariamente budista. Por lo que no ha tenido posibilidades de desarrollo. Siempre aislada en los campamentos agrícolas del Estado de Rakhine, también nombrado Arakan, ha quedado históricamente fuera de cualquier consideración estatal. Sin acceso a planes sociales, educación, salud e incluso sin posibilidades de conseguir documentación personal, los obliga a que para transitar fuera de sus áreas e incluso para casarse, deben conseguir permiso de las autoridades.

Estas políticas discriminatorias fueron ejercidas sin interrupción por todos los gobiernos que se sucedieron en Birmania, desde que se independizó del Reino Unido en 1945. En 1982, las acciones violentas alentadas por el gobierno se incrementaron, llegando a partir de 2014, con la excusa de que en ellos anidaba el germen “yihadista”. Tanto la dictadura militar como el gobierno “democrático” de la señora Aung San Suu Kyi, derrocado en 2021, generaron un proceso catalogado como de limpieza étnica.

Los habituales pogroms contra las comunidades rohingyas, por parte de una fuerza conjunta de militares, policías y agentes del clero budista, se convirtieron en una guerra. Miles de ellos fueron torturados y asesinados, sus poblados quedaron prácticamente desiertos, sus cosechas incendiadas. Saqueos no solo perpetrados por las fuerzas del gobierno, sino también por pobladores de aldeas cercanas, que hasta horas antes habían interactuado con ellos, como lo hicieron durante generaciones.

Las persecuciones obligaron a miles de ellos a abandonarlo todo para lanzarse al mar en embarcaciones rudimentarias, de las que muchas terminaron perdidas en alta mar. Mientras oportunistas, con la promesa de llevarlos a un puerto seguro, tras asaltarlos en pleno trayecto, los abandonan en alguna isla.

Otros eligieron escapar a pie hacia Bangladesh, mientras eran perseguidos por el ejército y bombardeados por la aviación. Los que cruzaron la frontera, más de un millón y medio a lo largo de estos últimos ocho años, son confinados en campos de refugiados en la región de Cox’s Bazar, al sureste de Bangladesh, donde desde entonces, en solo veinticuatro kilómetros cuadrados, se hacinan, sin otro destino que perdurar hasta la muerte.

Sin acceso a agua potable, cloacas, electricidad y comunicaciones, son diezmados por enfermedades como el cólera o Covid. El encierro y la falta de prácticamente todo generan olas de suicidios y constantes peleas entre los pobladores. Sometidos desde afuera a las arbitrariedades de la policía bangladesí que les impide salir a buscar trabajo fuera de los campamentos, esa misma fuerza se asocia en el interior con pandillas que toman el control en diferentes áreas, para cobrar peajes, someter a las mujeres, que en muchos casos son obligadas a prostituirse, al tiempo que colaboran con cárteles del narcotráfico. También se encuentran muy activos en los campamentos organizaciones armadas que participan de la guerra civil birmana civil que, desde mediados del 2021, libra el Tatmadaw (ejército birmano), con una veintena de diferentes milicias etno-regionales en todo el país, y que tiene al Estado de Rakhine como uno de sus principales frentes.

La presencia de organizaciones en Cox’s Bazar, como el Mahaz Islámico Rohingyas, el Ejército Rohingyas de Arakan, también conocido como Nobi Hussain, y el grupo Munnah, ha obligado a muchos a incorporarse a sus filas. Presentando la situación como una yihad contra los infieles, que durante décadas los han perseguido.

La situación de los campamentos se agrava todavía más con el paso de los monzones, que, tras semanas de lluvias y huracanes, reduce a la nada a las viviendas, que en su mayoría son improvisadas con chapas y plásticos.

Los aportes de Dacca se han visto fuertemente recortados después del golpe de Estado contra la primera ministra, Sheikh Hasina, en agosto del año pasado. La que fue sustituida por el premio Nobel de la Paz 2006, Muhammad Yunus, que llegó al cargo aupado más por los militares y el Departamento de Estado norteamericano, alarmados por el acercamiento de Hasina a China y Rusia.

En el último año, la situación de los campamentos se ha visto otra vez empeorada por la llegada de ciento cincuenta mil rohingyas que huyeron de la guerra.
Con un mínimo porcentaje de los recursos que se necesitan, según referentes de ONG en el territorio, el colapso de los campamentos es inminente. Por lo que se espera mayor violencia y fugas masivas hacia el interior de Bangladesh.

Rohingyas a la hora de la guerra

La guerra civil ha repercutido también en el interior de los campamentos de Cox’s Bazar, inicialmente porque la remota posibilidad de que más de un millón de refugiados retornen a sus hogares ha quedado trunca. Por otra parte, en el interior de los campamentos, los agentes reclutadores de diferentes fuerzas presionan y fuerzan a muchos jóvenes a incorporarse, dejando, a pesar de ser en muchos casos el único sustento de sus familias. Las fuerzas rohingyas en agosto del año pasado se han aliado con el Tatmadaw, una medida que también causó mucho rechazo en la comunidad musulmana, que todavía sobrevive en Rakhine. Ya que esa alianza puede provocar más acciones en su contra, por parte de grupos del fundamentalismo budista.

El Ejército de Arakan o AA, por sus siglas en inglés, budista e islamofóbico, que desde el comienzo del conflicto ha ocupado grandes extensiones del estado de Rakhine y la totalidad de los pasos fronterizos hacia Bangladesh, a lo largo de la guerra, se convirtió en una de las fuerzas más poderosas de las que operan contra el ejército. Lo que provoca una gran admiración a nivel nacional y lo instala ya no como una fuerza insurgente, sino como un factor de poder en la provincia, con quien negociar cualquier tipo de acuerdo.

Por ejemplo, China, que cuenta con grandes inversiones en Birmania, ha intentado mediar sin conseguir avances, ya que el régimen militar se niega a reconocer los territorios conquistados por el Ejército de Arakan. El temor de la junta radica en que el A.A. cree un protoestado que, llegada la paz, los obligue a negociar de igual a igual. En el marco de una balcanización que muchos ya consideran inevitable. (Ver: ¿Birmania, hacia la balcanización?)

Por su parte, los grupos de autodefensa rohingyas han intensificado el reclutamiento en los campamentos de Cox’s Bazar, a pesar de las persecuciones de las autoridades de Bangladesh, que en los últimos meses ha tenido un acercamiento al Ejército de Arakan.

El aumento de las operaciones armadas rohingyas en Rakhine, contra el Ejército de Arakan impulsadas por el incremento en los abusos contra su etnia por parte de los budistas, en Rakhine donde se estima que todavía permanece cerca de medio millón de rohingyas.

Los grupos armados del estado de Rakhine, particularmente el A.A., que luchan contra la junta de Naypyidaw, también han reclutado a lo largo de estos casi cuatro años de guerra de manera forzosa a rohingyas que todavía permanecían en el Estado, por lo que, irónicamente, en muchas oportunidades se han enfrentado rohingyas contra rohingyas. El A.A. cuenta con gran apoyo y gran prestigio por parte de la población budista, que ha considerado a los rohingyas y al propio Tatmadaw como extranjeros que ocupan ilegalmente sus tierras.

El acercamiento de los rohingyas al Tatmadaw y la guerra que llevan contra el AA los pone otra vez en la picota con la población de Rakhine, lo que sin duda repercutirá en su contra y los convertirá, una vez más, en chivo expiatorio de sus males. Ya que la población de la Rakhine, ha sido particularmente afectada en la guerra, dada la imposibilidad del Tatmadaw de doblegar al A.A en el terreno.

Por lo que Naypyidaw ha bloqueado la entrada de bienes de consumo esenciales, por lo que se ha incrementado la influencia de Bangladesh e India. Además, se ha restringido la ayuda humanitaria, se cortaron los servicios eléctricos, de comunicaciones y se suspendió la actividad bancaria. E incrementando todavía más intensos bombardeos aéreos que afecta fundamentalmente a la población civil.

Nadie todavía puede predecir el final de la guerra y su resultado, aunque si hay una cuestión asegurada, los rohingyas continuarán con su huida infinita.

Línea Internacional

Revise también

Cumple 30 años el MP3

El formato de archivo inventado en Alemania Por Christoph Dernbach (dpa) Erlangen (Alemania), 14 jul …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *