Las ignoradas causas políticas de la gran crisis económica

Vicenç Navarro

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Imagen ilustrativa. Archivo

Las grandes limitaciones del debate económico actual

Hoy estamos viendo una crisis económica muy profunda que está afectando muy negativamente el bienestar de la mayoría de la población, no solo de los países a los dos lados del Atlántico Norte, sino también, de todo el mundo. Y las explicaciones del porqué está ocurriendo esta crisis son, en general, explicaciones de tipo económico. Se atribuye, por ejemplo, la inflación a la interrupción del proceso de producción y distribución de los bienes y servicios que ocurrió durante la pandemia y que creó una escasez de tales recursos en un momento de incremento de su demanda. Este incremento se atribuye, a su vez, a un cambio del tipo de consumo originado por la pandemia y/o por un aumento del gasto público requerido para el control de la pandemia y para la disminución del daño causado por ella. Y a esta causa, se le añade otra -la Guerra de Ucrania- que afectó de una manera muy acentuada la escasez de productos energéticos y alimenticios, resultado de la disminución de su producción en los países directamente afectados por el conflicto bélico, tales como Ucrania y Rusia, mayores productores de tales productos. Esta escasez se acentúo por la política de sanciones en contra de Rusia, que ha afectado especialmente a la Europa occidental, qué depende particularmente de los productos energéticos importados de tal país.

Estas explicaciones y otras parecidas centran los mayores debates sobre la crisis económica. Sin desmerecer la importancia de estos debates, la realidad muestra sus insuficiencias para explicar tanto el origen como las consecuencias de la crisis económica. Una mirada a nuestro pasado reciente muestra las limitaciones de los argumentos económicos para explicar la crisis económica. En realidad, la situación actual señala la necesidad de cuestionar el discurso económico dominante, regido siempre por las reglas del supuesto mercado, puesto que ignora cambios de naturaleza política que han sido los determinantes en la aparición y desarrollo de tal crisis económica y de los cuales apenas se habla.

Las causas políticas de la crisis económica

Mirando a nuestro entorno, podemos ver que la realidad política ha cambiado de una manera muy acentuada en un periodo de tiempo muy corto. Por ejemplo, parece haberse olvidado que hace poco más de dos años, la OTAN estaba bastante desprestigiada y muchos dirigentes internacionales, incluyendo el presidente Trump de Estados Unidos y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, habían cuestionado la razón de su existencia y/o habían propuesto cambios muy substanciales que redujeran su protagonismo. Otro hecho importante también olvidado, fue el enorme desprestigio internacional del gobierno estadounidense liderado por el presidente Biden, que había sufrido una humillante salida de Afganistán, mostrando una imagen de debilidad, que disminuyó su prestigio y credibilidad. Se le creó al presidente Biden un problema grave de imagen. Por otra parte, también parece haberse olvidado que las grandes compañías energéticas no renovables, tales como petróleo, gas y carbón (que tienen gran poder político sobre el gobierno federal de Estados Unidos) estaban muy preocupadas por su futuro incierto, pues los planes de control de la crisis climática desarrollados por muchos países del mundo exigían la disminución e incluso la eliminación de tales fuentes de energía no renovables, cuestionando su propia existencia.

Por otra parte, un lugar que ocupaba gran atención mediática y política en Europa era Ucrania, donde había un enfado y desencanto de la población hacia la clase política absorbida por un conflicto de nacionalismos contrapuestos, entre el ucraniano y el ruso dentro del mismo país. Este enfado popular se tradujo en una victoria apabullante del candidato que se percibió como antiestablishment, el señor Zelensky, que debía su popularidad a su programa de televisión en que ridiculizaba a tal clase política. Y su programa de gobierno implicaba un deseo de diluir y resolver las tensiones entre los nacionalismos internos en el país. Una vez en el gobierno, sin embargo, no aplicó sus propuestas que fueron substituidas por otras que causaron gran desencanto, como la reforma laboral regresiva que limitaba los derechos laborales de la mayoría de la clase trabajadora, así como la reforma de la propiedad agraria que permitía a compañías agrícolas extranjeras convertirse en propietarios de grandes terrenos en Ucrania, propuesta hechas por el Fondo Monetario Internacional y por el Banco Mundial como condición para permitirle al Estado ucraniano retrasar el pago de su deuda externa. Estas propuestas altamente impopulares junto con la decepción creada por el gobierno ucraniano debido a no aplicar mucho de su programa creo un enorme bajón de la popularidad del presidente del gobierno, el señor Zelensky, habiendo alcanzado un nivel de popularidad muy bajo, precisamente antes de que se iniciara la invasión.

Y en Rusia, el presidente Putin había sido la mano derecha de Yeltsin, (el político ruso preferido y promovido por el presidente Clinton), el cual había privatizado masivamente los medios de producción en la Unión Soviética creando en la nueva Rusia una enorme crisis responsable de los mayores aumentos de mortalidad en el país desde la II Guerra Mundial. Putin había seguido las políticas de Yeltsin dirigiendo un país con grandes riquezas naturales, pero con un sistema de propiedad concentrada por una estructura oligarca y corrupta. El nivel de desigualdad era muy acentuado, con un porcentaje de la población pobre también muy alta (35%). El grado de descontento de la población rusa con Putin era elevado en el periodo de preinvasión.

La situación de hoy: la gran popularidad de los que eran muy impopulares

Hoy, en menos de dos años, la situación ha cambiado radicalmente. Por una parte, el presidente Biden y su gobierno lideran la OTAN y la gran mayoría de países democráticos en su supuesta defensa de la democracia y la libertad apoyando militarmente al gobierno ucraniano frente a la brutal invasión rusa. La memoria de Afganistán ha desaparecido completamente. Y la OTAN tiene una lista de espera para países ansiosos de entrar en él, como ha sido el caso con Suecia y Finlandia. Y el señor Zelenskyy aparece como el gran defensor de la democracia y libertad, no solo en Ucrania sino en el mundo, siendo muy popular en su país según las encuestas occidentales. Por otra parte, los otros grandes beneficiarios de la guerra son las empresas energéticas no renovables que estaban en una situación de declive y que hoy están ganando unos beneficios exorbitantes. Las cinco compañías de petróleo estadounidense más importantes han hecho durante los tres últimos meses 50 mil millones de dólares. Y una situación semejante ha ocurrido en otros sectores. Las compañías alimenticias, que han incrementado los precios de sus productos un 23%, han ingresado unos beneficios de 382 mil millones de dólares.

Por otra parte, en el gobierno ruso, Putin también ha visto su popularidad aumentada enormemente pues la mayoría de la población rusa lo apoya, lo cual es muy preocupante, pues el argumento utilizado por Putin para justificar la invasión ha sido el de recuperar Ucrania, que, según él, había sido parte de Rusia. La aplicación de este principio tendría un impacto devastador en Europa, donde muchos países han sido parte de otros en su historia. Hay rusos, sin embargo, que apoyan la invasión de Ucrania, no tanto porque estén convencidos de la argumentación imperialista de Putin, sino porque consideran necesaria la protección de Rusia frente a la hostilidad de tener bases militares a su alrededor, como ha ido ocurriendo durante el periodo de la Guerra Fria. Después de todo y como bien alertó en su día, el Sr. Baker, ministro de Asuntos Exteriores del gobierno Bush, las políticas de la OTAN de rodear a Rusia con bases militares llevaría a tal conflicto militar, tal como hubiera respondido Estados Unidos si hubiera estado rodeado de bases militares hostiles.

El enorme coste político de estos cambios: las consecuencias políticas de la crisis económica en Estados Unidos
El presidente Biden está pagando un coste elevadísimo en su deseo de recuperar la gran popularidad a nivel internacional, pues la situación económica de crisis profunda (causada en parte por el conflicto ucraniano) es la que afecta más intensamente a las clases populares de Estados Unidos, las cuales atribuyen tal crisis a las políticas de Biden, siendo la guerra de Ucrania una de ellas. Durante este último año, el coste del aseguramiento sanitario (en un país con notable reducción de su esperanza de vida) ha incrementado un 25%, su alquiler de casa un 7%, el coste de la cesta de comida un 18%… Y el porcentaje de las clases populares que tiene dificultades para llegar a fin de mes es casi un 38%. No hay duda de que el nivel de vida de estas clases populares (que son la mayoría de la población estadounidense) está descendiendo, pues los salarios no están subiendo para compensar estos incrementos de la inflación. No hay que olvidar que gran parte de la ayuda militar a Ucrania está financiada por los impuestos de las clases populares estadounidenses. Y tampoco hay que olvidar que la mayoría de tales clases populares tiene un escepticismo crónico sobre las guerras constantes que Estados Unidos ha estado experimentando desde la II Guerra Mundial, que siempre se han presentado como defendiendo la libertad y la democracia. De ahí que un dato muy preocupante para el Partido Demócrata y para el presidente Biden es que el 56% de la población en Estados Unidos cree que, bajo Trump, no hubiera habido ni una invasión ni una guerra en Ucrania. Y muchas encuestas muestran que el Partido Republicano es probable que gane la próxima semana las elecciones tanto del Senado como del Congreso. Si así fuera, se iniciaría un proceso de una enorme hostilidad de ambas cámaras legislativas hacia el g¡Gobierno Biden con la posibilidad de que se estableciera un proceso de inhabilitación (impeachment) del presidente Biden.

Los trumpianos, que contralan hoy el Partido Republicano, han hecho de la situación económica del país el centro de su crítica a Biden en su campaña electoral, al contrario del Partido Demócrata que ha centrado su campaña en la defensa del derecho del aborto, de la necesidad de controlar la distribución de las armas entre la población y la defensa de la democracia como sus puntos esenciales. La gran mayoría de la población, entre un 42% y un 53% según el Estado, consideran los temas económicos (salarios y coste de vida) más importantes que el aborto o la democracia. Y estos porcentajes incluso son más acentuados entre la población que votará, entre los cuales los trumpistas están más movilizados que los demócratas. En realidad, excepto en el tema de aborto (que han movilizado sectores feministas) el electorado demócrata está muy desmovilizado. El porcentaje de mujeres que según las encuestas apoyarán el Partido Republicano son muy semejantes a los porcentajes que votarán al Partido Demócrata. Y lo que es una situación nueva, iniciada ya en la época Clinton, es que las mismas encuestas señalan que hay más miembros de la clase trabajadora (mayoritariamente blanca) que votarán al Partido Republicano (55%) que al Partido Demócrata (41%), siendo al revés entre los miembros de la clase media profesional, que votarán mucho más al Partido Demócrata que al Partido Republicano.

Un futuro más que preocupante no solo para Estados Unidos

La victoria de Biden a nivel internacional puede estar costando su derrota electoral a nivel nacional. Ni que decir tiene que la guerra de Ucrania es solo una de las causas de su escasa popularidad, pues hay muchas otras. Biden, típico senador del Partido Demócrata, fue suficientemente astuto para percibirse que el Partido Demócrata tenía que recuperar el apoyo de la clase trabajadora y otros sectores de las clases populares. De ahí que programara un intento de renovar el New Deal que se centrara en la necesaria ampliación de los derechos laborales y sociales del país junto con la reconversión de la economía centrada en la economía verde y social con la necesaria ampliación de los derechos laborales y sociales del país. Las encuestas mostraban la popularidad del programa electoral de Biden en 2020 incluso entre los republicanos. La oposición interna dentro del aparato del Partido Demócrata, profundamente liberal, frenó tal propuesta causando una enorme decepción entre sus bases electorales. Y algo semejante está ocurriendo también en Europa. La única manera de parar a la ultraderecha es precisamente hacer los cambios profundos en las políticas económicas y sociales que respondan a las necesidades de la mayoría de las clases populares, con gran sensibilidad hacia las clases trabajadoras que son las que sufren más las consecuencias de las crisis y que han sido olvidadas y marginadas, incluso por muchos partidos de izquierda y progresistas.

Ha sido precisamente el abandono de la vocación transformadora de tales fuerzas políticas que explica el crecimiento del fascismo y nazismo a los dos lados del Atlántico Norte. El trumpismo fue consecuencia de lo que en Europa se llama la Tercera Vía iniciada por el Presidente Clinton en el Partido Demócrata. El trumpismo es consecuencia de la enorme crisis del establishment político mediático liberal que domina el gobierno federal de Estados Unidos. Y tal movimiento trumpista tiene características semejanzas al fascismo como he mostrado en escritos anteriores (ver mi artículo: El predecible resurgimiento del fascismo y nazismo a los dos lados del Atlántico Norte y sus consecuencias, Publico, 6/10/22). La extensión del trumpismo ha significado a nivel de los Estados gobernados por los republicanos una persecución de los movimientos de protesta tales como Black Lives Matter (movimiento de liberación de la población afroamericana), de los partidos de izquierda de sensibilidad distinta, del movimiento feminista, del movimiento LGBTQ y otros muchos. Tal persecución ha incluido la purga de libros por autores pertenecientes a cualquiera de estos colectivos en las bibliotecas públicas. Existe también una persecución de religiones no cristianas con un antisemitismo notable. La mayoría de las personas que se definen como miembros o simpatizantes del Partido Republicano creen que Estados Unidos debería declararse y definirse en la Constitución estadounidense como una nación cristiana. Y en el mundo académico muchos Estados republicanos están proponiendo la eliminación de los contratos fijos para el cuerpo docente a fin de purgar las voces críticas dentro de tal mundo. Y una dimensión particularmente notable es su expansión en la propiedad y control de los mayores medios de información tanto televisivos como escritos y orales incluyendo redes tan influyentes como Twitter, que acaba de cambiar de propietario siendo su nuevo dueño el señor Elon Musk que ha abierto su red y dado la bienvenida al expresidente Trump del cual había sido excluido por su notoria falta de veracidad y credibilidad. Tal personaje, Elon Musk, hoy una de las personas más rica del mundo, debe su fortuna precisamente a fondos públicos recibidos en el inicio de su trabajo empresarial tanto en la elaboración de automóviles eléctricos (Tesla) como espaciales (Space X) y muchos otros como ha ocurrido con muchos otros famosos ricos superbillonarios a los dos lados del Atlántico Norte.

Sin lugar a duda las elecciones del próximo martes en Estados Unidos tienen una importancia especial y pueden afectar claramente el futuro de Europa, incluyendo España. Es sorprendente la falta de atención que se está dando a esta expansión de la ultraderecha en Estados Unidos resultado de un conocimiento muy limitado y sesgado de tal realidad por parte de los mayores medios de información españoles. Espero que estas últimas notas en el artículo sobre Estados Unidos ayude a corregir tal déficit.

Fuente: publico.es

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