Una deuda con don Pepe

Luis París

Luis París Chaverri

Con la convicción de que en el escenario de la política costarricense se necesitaba “un movimiento ideológico, para contribuir democráticamente a que se realice la reforma de nuestra sociedad que mejor responda a los anhelos de nuestro pueblo”, José Figueres Ferrer inspiró y promovió la fundación del Partido Liberación Nacional (PLN) en 1951, asumiendo así el papel de principal líder e ideólogo de la socialdemocracia costarricense.

“Don Pepe”, quien en su quehacer político se guió siempre por el ideal de lograr “el bienestar del mayor número”, como lo proclamara el primero de abril de 1948 en Santa María de Dota, es uno de los protagonistas más destacados de la historia patria. Fue un líder visionario, de ideas claras que siempre miró el horizonte, un demócrata convencido, defensor de la libertad y la justicia social, un gobernante pragmático y un estadista de verdad, que inspiró e influenció la acción política de varias generaciones de ciudadanos, al igual que lo hizo con el pensamiento y la cultura política costarricense y las grandes transformaciones que se dieron en la segunda mitad del siglo pasado.

Su gesta revolucionaria, la trascendental obra realizada desde la Junta Fundadora de la Segunda República y en sus dos gobiernos constitucionales, sus ideas plasmadas en discursos, entrevistas, ensayos y libros, son prueba y testimonio de su arrojo, de su agudeza, de su humanidad, de su intelecto, de su tenacidad y de su fecunda labor.

El Partido Liberación Nacional es, sin duda, una de sus creaciones de mayor trascendencia para la vida política e institucional del país. El accionar de esta colectividad política, ya sea desde el Poder Ejecutivo o desde el Parlamento, le ha deparado ingentes aportes al desarrollo económico y social del país. De ese partido han salido la mayor parte de las ideas y los dirigentes que forjaron la Costa Rica moderna y que construyeron los cimientos que le ha permitido a nuestra nación alcanzar niveles de desarrollo humano que hoy – a pesar de los problemas que aún nos agobian – la ubican entre las primeras de América Latina.

Al celebrar este 12 de octubre sus 64 años de existencia y después de haber sufrido su peor derrota electoral en los comicios del año pasado, el PLN atraviesa una etapa aciaga y de incertidumbre sobre su futuro.

Y es que Liberación Nacional ya no es más el partido unido, con claridad de metas, con una gran vocación de estudio de los problemas nacionales, en el que el proyecto común prevalecía sobre los personalismos, como lo fuera antes. Tampoco es hoy en día la robusta maquinaria electoral de la que hacía gala en todo el país, ya que la falta de formación política y de mística de sus dirigentes, las luchas de poder internas y el “canibalismo” a todos los niveles, han erosionado la capacidad y la cohesión exhibida en otros tiempos por sus dirigentes. De cara a esa nueva realidad, se puede afirmar sin temor a exagerar, que el PLN de hoy no es ni un verdadero partido político ni una poderosa maquinaria electoral, que esa agrupación es solo un remedo de la que fuera en otros tiempos.

La reconstrucción y vigencia del otrora robusto y consistente PLN, depende de la capacidad que tengan sus actuales líderes de clarificar los conceptos ideológicos que lo sustenten, de definir los planteamientos programáticos que enmarquen la visión y el rumbo que le quieren dar al país, y de la voluntad de unirse alrededor de ellos dejando de lado sus diferencias e intereses personales.

Pero, fundamentalmente, la sobrevivencia de este partido está supeditada a la puesta en práctica de un proceso exitoso de depuración y remozamiento, que sin despreciar la experiencia de sus dirigentes más valiosos, abra espacios y conceda oportunidades reales a nuevos liderazgos.

Para recuperar la credibilidad perdida, es necesario y urgente el establecimiento de una normativa más rigurosa en el campo de la ética que regule el accionar de sus dirigentes, tanto en sus actuaciones partidarias como en el ejercicio de la función pública, así como un régimen sancionatorio y los controles capaces de evitar la impunidad de sus infractores.

Superar la crisis de credibilidad y la adversa etapa por la que atraviesa, así como regenerar y rehabilitar el PLN para que continúe la lucha sin fin por lograr que el país tenga “un sistema económico que produzca con eficiencia y distribuya con justicia”, es una deuda que tienen los actuales dirigentes liberacionistas con la memoria de su insigne fundador y líder histórico.

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Ex embajador ante el Vaticano

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