Respuesta a don Fernando Berrocal, por su escrito UNA BENDICIÓN DE DIOS

Pbro. Hernán Chaverri S.

Es una pena grande, grande, que una persona del talante de don Fernando, “un demócrata confeso” como me lo presentó mi hermano, y que defiende causas nobles para el bien del país, venga ahora –con motivo de la alegría de una nueva vida- a exponer la defensa de una causa usando un lenguaje con palabras que cierran al diálogo, y en un tema tan delicado como es el respeto a la vida humana, sobre todo el respeto a la dignidad personal de los más indefensos. De esa forma demuestra que quien no quiere entrar en el dialogo –de dos que buscan juntos el Logos, la verdad- corre el peligro de volverse más dogmático que los que él mismo acusa de dogmáticos, y de un modo tan poco respetuoso que lo hace perder ya no solo toda posibilidad de diálogo sino también la pérdida de su propia autoridad, pues al faltar el respeto al que es contrario a su pensar, pierde su propio respeto. A esto sigue -como efecto- también la pérdida de la fuerza de la verdad que quiere exponer, pues demuestra, con ese modo de expresarse, que esa es la verdad, “su verdad”, lo que definitivamente suena a imposición. Y no olvidemos, don Fernando, que lo que más exige la verdadera libertad es el respeto a la libertad del otro: “La verdad no se impone de otra manera, sino por la fuerza de la misma verdad” (Declaración Dignitatis humanae, n. 1), y ha de servir para bien, para ayudar a dialogar…no para aferrar opiniones y convertirlas en dogmas.

Perdón, pues lo sigo respetando como persona, pareciera que en el fondo lo que muestra es una sana rebeldía –que comparto- contra quienes han usado ese método para imponer otras verdades, pero más en el fondo puede esconder un resentimiento contra el mismo Dios, cuando se entiende a ese Dios como alguien que compite con mi libertad, y entonces me apodero de la verdad, que es un don, y se entra en competencia con Dios. Porque pretender poner la ciencia, la técnica, o cualquier otro avance humano por encima del valor de la persona humana, esconde una clara sustitución de Dios, y de lo único que puede poner límites a la autoridad: la verdad de la dignidad de toda persona humana, que por ningún motivo puede ser usada, ni manipulada, ni considerada un objeto, por más noble que sea el deseo de poder ejercer la maternidad y la paternidad. Porque una autoridad que se olvide de su fin de servir al hombre en toda su integridad y en todas las etapas de su vida, y se erige en poder de derecho, en este caso contra razón, es una autoridad tirana, que perdió la paternidad que ha de fundamentar toda autoridad. En lugar de proteger el derecho que ha recibido como depósito, usa el poder para decidir sobre la vida humana del otro, o de los otros en este caso, que es intangible. Así siempre se vuelve a los mismos trágicos errores de la historia, cuando las ideologías han pretendido presentarse y convertirse en fin del hombre, aún yendo contra el mismo hombre y su verdad. Fijémonos, don Fernando, en la Verdad, no en tu verdad, ni en la mía, como dijo el gran poeta Antonio Machado:

¿Tú verdad? No, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela

Es así como hemos forjado la Costa Rica que ahora queremos salvaguardad tanto usted como yo: en el respeto coherente de la libertad del otro, pero sin olvidar que la Verdad es simplemente la Verdad (con mayúscula de intento), y vamos juntos a buscarla, ¡respetándonos!

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