Narcotráfico, ajustes de cuentas y asesinatos

Ágora*

Guido Mora

Guido Mora

Los últimos meses, la sociedad costarricense ha sido testigo del incremento desmesurado de los asesinatos y ajustes de cuentas, en diversas zonas geográficas de Costa Rica.z/p>

Según los datos del Organismo de Investigación Judicial, en lo que va de este año, hasta el 12 de setiembre se han registrado 171 víctimas mortales, vinculadas con las luchas entre las bandas de narcotraficantes.

Sólo en el mes de agosto según el OIJ, se registraron 77 homicidios, suscitados principalmente en Alajuelita, Tibás, Desamparados y San José, considerados como los sitios de mayor concentración de los delitos, a nivel nacional.

Esta organización estima que con esta tendencia, al mes de diciembre de este año, se producirán 533 homicidios, de los cuáles, el 45% estarán vinculados a ajustes de cuentas entre bandas de narcotraficantes.

Quisiera hoy reflexionar sobre tres temas, relacionados con esta terrible realidad:

• El grado en que el narcotráfico ha permeado nuestra sociedad;
• El papel de los medios de comunicación;
• La pérdida de sensibilidad de los costarricenses ante esta masacre.

El narcotráfico y la sociedad costarricense:

La génesis de la violencia y otros males que aquejan la sociedad costarricense, vinculados con los delitos y la delincuencia, es el flagelo del narcotráfico.

Costa Rica, al igual que el resto de Centro América y México, tienen la mala fortuna de servir como puente de paso para el transporte de drogas. Su posición geográfica la convierte en el corredor de paso entre los países productores de América del Sur y uno los mercados más importantes del mundo: Estados Unidos.

La captura de 12.5 toneladas de cocaína y de 5.8 toneladas de marihuana en el 2014; de 12 toneladas de cocaína y la confiscación al tráfico de drogas de USD $2.304.102 (Dos millones trescientos cuatro mil ciento dos dólares) y de ¢48.672.768 (Cuarenta y ocho millones seiscientos setenta y dos mil setecientos sesenta y ocho colones), reflejan el volumen del negocio, según datos dados a conocer por la prensa, en nota del 7 de setiembre pasado.

Según estimaciones, la cantidad de droga que pasa por el territorio costarricense, constituye un negocio de USD $896.000,000.00 (Ochocientos noventa y seis millones de dólares) al año. Estos son los enormes volúmenes de dinero reportados para los años 2013 y 2014.

Sin embargo, esta es sólo una pequeña parte de los 900,000 mil kilos de cocaína que pasan por Centroamérica anualmente, destinados al consumo de 22 millones de adictos en los Estados Unidos.

La pobreza, la desigualdad, la pérdida de valores y el consumismo, constituyen un excelente caldo de cultivo para quienes, sin estudiar o realizar grandes esfuerzos, pretenden disfrutar desmesuradamente de los productos y ofertas del capitalismo desmedido.

El “dinero fácil”, constituye una tentación para miles de hombres y mujeres, que procuran vincularse a un negocio multimillonario, sin considerar la posibilidad no sólo de perder su mercancía, sino además su libertad o su vida.

La pugna por los mercados y el tráfico de estupefacientes, se ha desplazado paulatinamente desde México, hacia el sur del Continente.

La invasión de los Cárteles mexicanos no sólo ha incrementado el tráfico y el consumo de drogas, sino que ha trasladado la violencia que caracteriza la lucha de esos grupos delictivos, hacia tierras Centroamericanas.

Los servicios entre narcotraficantes, que originalmente eran pagados en metálico, hoy soy cancelados con drogas, generando entre los delincuentes la necesidad de colocar el producto, para poder convertirlo en dinero y por ende, adquirir otros bienes y servicios.

El problema lejos de resolverse se ha hecho más complejo, pues se han ampliado las redes de distribución, la farmacodependencia y los contactos en los más diversos barrios del área urbana o rural.

En Puntarenas, Guanacaste y Limón, muchas personas recorren las playas en las noches, para ver si pueden “coronar”, término con el que describen encontrar un alijo de cocaína o de marihuana, que haya caído por accidente desde alguna lancha que transporta ese producto y que es arrastrado por las corrientes hasta la playa. Este acontecimiento equivale a sacarse la lotería, con número y serie.

Los rumores de fortunas prontas y negocios repentinamente prósperos también se han convertido en noticia. De repente personas que han llevado una vida austera, comienzan a hacer gala de caras casas de habitación, vehículos, electrodomésticos u otros bienes, que adquieren con dineros producto de su participación en la comercialización de la droga.

Y qué decir de la construcción de edificios, el funcionamiento de empresas y la creación de otras actividades económicas que crecen a la sombra del lavado de dinero.

El delito del narcotráfico, debemos reconocerlo, ha permeado profundamente la sociedad costarricense. Un enjambre de traficantes, contactos y consumidores, caracteriza las redes que se extienden a lo largo y ancho del territorio nacional en particular y Centroamericano en general.

La cosecha de cadáveres, todos los días, es evidencia de los alcances de este maldito trasiego.

El papel de los medios de comunicación:

Todos los días a las 6 de la mañana, cuando inician los noticieros televisivos y al abrir las páginas de los diarios de circulación nacional, comenzamos el día con la “lluvia de informaciones sangrientas”. Los sucesos dominan la oferta noticiosa de los principales medios de comunicación nacional.

La información permite a los sicarios constatar el éxito de un trabajo bien logrado, la confirmación de un asesinato que muchas veces queda impune y la advertencia a los grupos de adversarios para que no dejen de pagar o de vender el veneno que comercializan.

El Estado debería de auspiciar y articular una estrategia de comunicación que se constituya en un nuevo frente de lucha contra el tráfico de drogas.

En materia informativa, los medios de comunicación, en lugar de ser voceros de las atrocidades de los narcos, deberían de constituirse en aliados del Estado en la lucha contra esta pandemia.

Considero que entre otras, la tarea debería de ser publicitar menos los crímenes y divulgar con mayor intensidad, los triunfos de las autoridades en su lucha contra la delincuencia.

En materia de otro tipo de programación, deberían de tomar una decisión tajante, pensando menos en la búsqueda de audiencias o “raitings” y más en la salud de los habitantes del país, desterrando de una vez la programación de telenovelas con material alusivo al narcotráfico. Siempre recuerdo que después de ver uno de esos episodios y ante el tipo de vida que revelan que tienen los denominados “barones de la droga”, un niño expresaba que cuando fuera grande, le gustaría ser narcotraficante. Flaco favor hacemos a nuestra sociedad con esos ejemplos.

En este propósito, los medios de comunicación deberían de transformarse en aliados inclaudicables de la lucha contra la delincuencia. La iniciativa debería de surgir, de forma respetuosa, desde el Poder Judicial y el Ministerio de Seguridad Pública, como representante del Poder Ejecutivo y brazo coercitivo del Estado.

Estas instancias institucionales tienen el deber de investigar y replicar en Costa Rica, acciones exitosas en el campo de la comunicación de masas, desarrolladas y ejecutadas en otras naciones, ante el incremento descomedido del delito del tráfico de estupefacientes.

Esta es una tarea por realizar y que puede tener un impacto importante en la lucha contra este delito.

Mensajes a jóvenes, búsqueda de oportunidades y alternativas constructivas de vida, deberían de constituirse en un objetivo inmediato de las autoridades gubernamentales y de los medios de comunicación de masas, para abrir un nuevo frente de lucha contra el tráfico de drogas.

La pérdida de sensibilidad de los costarricenses ante esta masacre:

Derivado de lo anterior, los costarricenses, “que despertamos con muchos muertos en nuestras casas de habitación”, por la constante proyección de hechos delictivos cada mañana, hemos perdido la capacidad de asombro ante la continua pérdida de vidas humanas.

La proyección constante de asesinatos de jóvenes, hombres y mujeres, la imagen de cadáveres cubiertos con una manta sobre la calle, en medio de un pozo de sangre, ya no nos afecta.

Esta imagen es cosa de todos los días. Y, la pérdida de nuestra capacidad de asombro, estimados lectores, es lamentable.

Lo mismo sucede en nuestras comunidades, en donde de una manera u otra, todos sabemos cuál vecino o en que búnker se venden drogas, a vista y paciencia de cuantos convivimos cerca de los delincuentes.

Los narcotraficantes van ganando la guerra, nadie se atreve a denunciarlos, por temor a ser agredidos o ser objeto de una represalia por parte de este grupo de mafiosos.

Esta actitud indolente nos convierte en cómplices de estos delincuentes y, ante la existencia de estos grupos, el silencio sólo se rompe cuando algún familiar cercano es víctima de la droga o de una agresión por un proyectil perdido, producto del enfrentamiento armado entre los representantes de los cárteles del narcotráfico.

Con persistencia y guardando todos los cuidados del caso, es imprescindible comenzar a denunciar a estos criminales.

Debemos romper este silencio. El Organismo de Investigación Judicial ofrece diversos canales que garantizan el anonimato del denunciante, tenemos que poner en evidencia estas “cabezas de playa” que van sembrando estos delincuentes en cada uno de nuestros barrios, para arrancarlos de raíz, como se hace con la mala hierba.

La lucha contra el narcotráfico es impostergable. Debemos asumir una actitud vigilante, pues Costa Rica pertenece a todos los costarricenses, no sólo a un grupo de delincuentes que, arma en mano, comercian con la muerte y la lamentable dependencia que sufren miles de ciudadanos, de las diversas drogas que envenenan nuestra sociedad.

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