Manual de la Social Democracia (II)

Vía costarricense

Johnny Soto Zúñiga

Johnny Soto Zúñiga

En la primera entrega habíamos explicado sobre el advenimiento del Movimiento social en el contexto de la Revolución Industrial en Europa, y los orígenes del pensamiento social demócrata, durante el siglo XIX. Anteriormente al fin del siglo XVIII, en la mayoría de los países europeos existía un sistema social feudalista y un sistema político absolutista; basados en la desigualdad y divididos en estamentos: la aristocracia, el clero, la burguesía y los campesinos. Solamente los miembros de estas clases gozaban de derechos; y los que no estaban no tenían derechos. Además en su mayoría, los campesinos eran siervos de sus señores feudales, prestando sus servicios por toda la vida. La aristocracia le otorgaba ciertos derechos a la burguesía. El sistema feudal limitaba la libertad personal, no existían obligaciones y no había posibilidad que se realizara algún cambio social y económico.

El liberalismo rompe las cadenas y lucha a partir del siglo XVIII, contra el orden social feudalista y el absolutismo europeos. El liberalismo se basa en el humanismo y la búsqueda de obtención de derechos. Se respetan los principios de libertad, igualdad y fraternidad. La burguesía liberal busca la reforma fundamental del Estado, el sistema económico y la sociedad en general. La Revolución Francesa de 1789 fue el “buque insignia” de estas luchas y consecuentemente se siguió en el resto de los países europeos. El principio de la libertad fue la piedra angular, para la autodeterminación de los hombres; siendo el principio de igualdad una afirmación de la libertad. La fraternidad afirmaba que los hombres pertenecían al mismo género humano. En el liberalismo, todos los hombres nacen iguales y libres; sin embargo ningún poder político debe ser absoluto; por eso se crea un Estado de derecho, donde el poder se somete a reglamentos y leyes.

Según el filósofo Locke: “La libertad natural del hombre consiste en estar libre de cualquier poder superior sobre la Tierra y en no hallarse sometido a la voluntad o al poder legislativo o de hombre alguno, adoptando como norma, exclusivamente, la ley de la Naturaleza. La libertad del hombre en sociedad consiste en no estar sometido a más poder legislativo que el establecido de común acuerdo, ni al dominio de otra voluntad ni a la limitación de más ley que la que este poder legislativo establezca de acuerdo con la confianza depositada en él.” (Dos tratados sobre el gobierno civil. John Locke. Pág. 213) No obstante el concepto socialista del Estado, consideraba una necesaria intervención estatal en la sociedad y la economía.

Para el siglo XIX y siglo XX, se desarrolla la social democracia, como una profunda revisión del marxismo, que el movimiento socialista alemán había adaptado. Los postulados de Carlos Marx y Federico Engels predominaban, hasta que surgieron políticos y teóricos como August Bebel (1840-1913) líder del movimiento obrero alemán, presidente del Partido Social Demócrata -SPD-, escribió numerosos escritos sobre el pensamiento socialista; William Liebknecht (1826-1900) presidente del SPD, destacado teórico del partido y coautor de sus programas; Karl Kautsky (1854-1938) destacado teórico del marxismo de antes de la primera Guerra Mundial, director de “Neue Zeit”, la revista teórica del SPD; Rosa Luxemburgo (1870-1919), destacada mujer en la política y teórica marxista de la socialdemocracia alemana. Criticó la política de Lenin (Rusia) por su desconfianza en la clase obrera y su falta de libertad. Fue asesinada por enemigos políticos. Finalmente, Eduard Bernstein (1850-1932) inspiró el revisionismo dentro de la socialdemocracia alemana, considerado el padre de este pensamiento ideológico, dejando escritos fundamentales.

En sus conclusiones Bernstein afirma: “Nadie alienta la idea de destruir a la sociedad burguesa como sistema social civilizado y ordenado. Por el contrario, la democracia social no desea disolver esa sociedad y hacer proletarios de todos sus miembros. Se empeña más bien, constantemente, en levantar al obrero de la posición social de proletario a la de “burgués”, y en esta forma hacer la burguesía –o ciudadanía –universal.” “La relación del socialismo reformista con la democracia es íntima e indisoluble. La democracia es, al mismo tiempo, un medio y un fin. Es un medio de lucha para el socialismo y es la forma que el socialismo adoptará una vez que haya sido realizado.” “El estímulo de la educación y de los móviles éticos (no el altruismo que predicaban algunos utopistas, sino “la obligación social”) ocupa lugar preponderante en el programa reformista.

Son condiciones indispensables para realizar aquella acción conjunta y coordinada que, mediante el sufragio universal, brindará a las grandes mayorías posiciones que le permitan legislar en beneficio colectivo. Ya en su tiempo pudo ver Bernstein que el control político no estaba vedado a las masas, si ellas actuaban coordinadamente. En cuanto a la socialización de la propiedad, Bernstein adopta también una posición pragmática, afirmando que “deberá procederse a la socialización donde ésta se justifique con criterio económico. Donde el Estado opere menos eficientemente que la industria privada, sería antisocialista dar preferencia al Estado sobre la empresa privada.

La legislación que limite la acumulación de utilidades excesivas por parte de las clases poseedoras, y que amplíe los beneficios sociales a favor de las masas trabajadoras (obreros o trabajadores de “cuello blanco”), los impuestos a la herencia, los seguros sociales y otras medidas de esta índole se encargarán de crear el equilibrio económico-social.” (Introducción a las doctrinas político-económicas. Walter Montenegro. Págs. 154 y 155) Todo lo anterior dentro del revisionismo que surgió dentro del movimiento obrero socialista; con una fuerte discrepancia entre la teoría y la praxis del socialismo a finales del siglo XIX. La social democracia surge como una alternativa al concepto marxista oficial del partido político; no necesariamente es un antimarxismo, pero sí constituye un pensamiento más realista para el desarrollo social; como lo afirmamos en la primera entrega de esta saga.

Terminamos con esta segunda entrega de este “Manual” refirmando que la social democracia tiene como visión una sociedad libre, justa y democrática, este debe ser el principio fundamental de las acciones. En este siglo XXI, en el marco de una globalización; la ideología socialdemócrata debe reaccionar eficazmente, ante los nuevos desafíos, ante la influencia de los mercados financieros, los tratados de libre comercio, las nuevas tecnologías que avanzan rápidamente; pero lo más importante seguir teniendo fe en este pensamiento que busca el equilibrio para lograr una sociedad más justa y equitativa. Seguiremos con estas entregas para conocer más sobre este pensamiento ideológico y programático.

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