Manual de la Social Democracia (I)

Vía costarricense

Johnny Soto Zúñiga

Johnny Soto Zúñiga

A partir de esta primera entrega de varias me he propuesto elaborar un “Manual básico” sobre el pensamiento socialista democrático; con el fin de transmitir los postulados o fundamentos que sustentan esta ideología. Me basaré en los distintos escritos, libros, doctrina, tesis, de diversos autores; los principios y programas de los partidos políticos a nivel mundial que siguen esta ideología. Al socialismo democrático también se le ha denominado socialismo reformista, evolutivo, revisionista, revisionismo o democracia social. Su fundador es Eduard Bernstein, pensador y político judío alemán nacido en 1850. Este pensamiento tiene sus orígenes en la turbulenta segunda mitad del siglo XIX, en mero crecimiento del capitalismo industrial (los acontecimientos en Europa); pero también afloraron las ideas del socialismo utópico que sus soluciones resultaron ineficaces para los múltiples problemas económicos y sociales vigentes.

La Social Democracia realiza una profunda revisión del socialismo científico marxista, basado en el Manifiesto comunista (escrito por Carlos Marx y Federico Engels) y el Capital (escrito por Carlos Marx). Se ha afirmado que el impulso original del socialismo es la construcción de una sociedad en la cual todos los hombres viven y trabajan en libertad y solidaridad bajo condiciones de iguales derechos. A través de la organización del trabajo y una justa distribución de su producto, se pretende asegurar la vida e iguales oportunidades para el desenvolvimiento de todos. El desarrollo industrial y la tecnología representan posibles recursos para poder alcanzar estos objetivos. Pero no lo son necesariamente; pueden convertirse en obstáculos en ese camino. (El Socialismo Democrático, 36 tesis. Thomas Meyer)

“El marxismo preconiza el determinismo económico, es decir, la teoría de que las leyes del desarrollo capitalista conducen, por un proceso dialéctico (de conflicto entre tesis y antítesis), a catastróficos e inevitables resultados. Y, ante la inminencia irremediable del colapso capitalista, las clases trabajadoras deben precipitarlo por acción directa, revolucionaria, para organizar después la nueva sociedad sin Estado ni clases. Bernstein empieza por negar el determinismo. Con una frase “casi simplista” (“después de todo, los hombres tienen cabeza”), implanta el concepto de que el hombre no es una simple víctima inerme del proceso económico y que, por el contrario, es capaz de modificar los acontecimientos y gobernar su propio destino. Frente al fatalismo dialéctico clasista, levanta la bandera de la “evolución orgánica”, gradual, movida por la voluntad humana, en razón de ideales de ética social. No los “castillos en el aire” de los utopistas, sino los objetivos concretos de la justicia social a favor de las clases desposeídas y de la sociedad en general.” (Introducción a las doctrinas político-económicas. Walter Montenegro. Págs. 147 y 148)

Con base en lo anterior, se afirma que en el socialismo democrático se aspira a la autodeterminación del hombre en todos los aspectos de su vida. Se basa en principios de solidaridad y la cogestión en el ámbito político, laboral y cultural; en la equidad y justicia distributiva para asegurar la satisfacción de las necesidades materiales. La esencia de una sociedad digna del hombre no depende exclusivamente del nivel de su desarrollo tecnológico e industrial. Es importante la búsqueda del bien común para todos los integrantes de la sociedad; esto se hace a través de la organización social y la forma solidaria de su accionar. Históricamente, el socialismo moderno es la continuación consecuente del movimiento liberal de la edad moderna (no solo los intereses de las clases acomodadas y educadas), sino pretende la libertad del hombre en todos los ámbitos de la vida.

Los liberales habían defendido la idea, en la teoría y la práctica, de que el Estado debía velar por la seguridad, el orden público y la política exterior, absteniéndose de toda intervención en la sociedad y la economía; consideraban que estos ámbitos privados no cabían dentro de la responsabilidad pública. Los socialistas coinciden en la necesidad de la organización social para defender a los débiles (a través de partidos políticos solidarios, sindicatos, cooperativas y otras formas de organización de ayuda mutua para obtener mejores posiciones negociadoras ante los más poderosos). Se considera que debe darse la responsabilidad social del Estado democratizado, una mejor coordinación social del desarrollo económico; la cogestión paritaria de los hombres a nivel de las empresas y otras formas de cooperación social.

Dentro de la social democracia a diferencia de la teoría fatalista de Marx, señala la existencia de una “diferenciación social” donde nacen y conviven las medianas y pequeñas empresas, que implica la conservación de una clase media autónoma. Debido al crecimiento de la administración pública y privada, se impulsa una “nueva clase media” de los empleados y funcionarios; incluso la clase obrera tiende a diferenciarse, en forma creciente, en cuanto a formación, ocupación e ingresos. La creación de la figura de compañía anónima permitió, además, aumentar el número de dueños de los medios de producción, a pesar de la concentración económica. La estructura social no tiende a una reducción, pronosticada por Marx, a dos clases esencialmente uniformes, sino a una diferenciación creciente. No disminuye la diferenciación de las posiciones e intereses sociales. (Tesis 2.3. Op.cit.)

El Estado democrático puede estar al servicio de los intereses de la mayoría; bajo la convivencia entre el socialismo y la democracia, debe haber una libertad de crítica, una organización autorresponsable y la participación creciente en los asuntos del Estado, la economía y la sociedad, de ahí la definición clara de Karl Kaustky: “Para nosotros, no puede haber socialismo sin democracia. Entendemos por socialismo moderno no solamente la organización social de la producción, sino también la organización democrática del Estado…No hay socialismo sin democracia.” La socialdemocracia impulsa un sistema mixto basado en la organización democrática de la toma de decisiones en todos los niveles, pueden combinarse eficazmente la libertad, igualdad de derechos y productividad. De esta manera, pueden combinarse los elementos de mercado y plan, de la propiedad privada controlada y la disposición social de los medios de producción, adaptándolos en forma óptima a las metas de la política económica socialista. (Op.cit. Tesis 21)

Hasta aquí podríamos terminar con esta primera entrega de una serie de varias del “Manual de la Social Democracia”; dejando algunos postulados básicos para comprender la esencia de este pensamiento político y programático, que propugna la creación de una sociedad más igualitaria, de oportunidades, libre y solidaria, y de justicia distributiva etc. Si entendemos el papel del Estado democrático, el respeto a un Estado de Derecho, acorde con la realidad social de un país, podemos impulsar programas de bienestar común prácticos. El modelo social demócrata no es una receta prefabricada; sino que debe estar reexaminándose, modificándose, modernizándose; pero de antemano se deben respetar los valores y principios supremos de su creación como pensamiento político, filosófico y programático. En las siguientes entregas vamos a escribir de su puesta en práctica en los distintos países donde ha podido desarrollarse.

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2 comentarios

  1. Carlos Hernández Orozco

    Excelente, Jhonny. Saludos.

  2. Johnny Soto Zúñiga.-

    Muchas gracias Carlos, muchos años sin verte, saludos y espero que estés de maravilla. Un fuerte abrazo de siempre.-

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