Las tintas de don Manuel Formoso

Ocean Castillo Loría

Ocean Castillo Loría

Con gran sorpresa, recibimos la noticia de la muerte del maestro Don Manuel Formoso; con sus obras, tuvimos un primer contacto siendo estudiantes de la Escuela de Ciencias Políticas, al ayudar un grupo de sus alumnos a pasar uno de los cursos de filosofía política.

Y es que una de las grandes áreas de formación de don Manuel, fue la filosofía política, eso lo condujo entre otras cosas, a dar charlas sobre el tema en universidades como la Nacional de nuestro país.

Entre esas charlas, el politólogo abordó la filosofía política occidental, desde la antigüedad clásica, hasta avanzado el siglo XX. Esas disertaciones, reflejaban la labor que desde hacía muchos años, llevaba a cabo Don Manuel en la cátedra de Historia del Pensamiento Político, en las escuelas de Ciencias Políticas y Filosofía. Esto inclusive, lo llevó a impartir clases en las facultades de Derecho y Ciencias Económicas.

Don Manuel, se hundió en la lectura de Platón y Aristóteles, y de allí, no solo se quedó con los contextos históricos sino, que supo extraer lo mejor de esas obras, para el análisis político de su tiempo.

Formoso, leyó y estudió a Maquiavelo, pero no solo leyó y lo estudió, debemos decir que la mejor traducción de “El Príncipe” que hemos leído, es de su autoría. Esa traducción, nos hace sentir que Nicolás Maquiavelo, no solo aborda la política de su tiempo, sino, del nuestro.

De igual manera, los aportes más interesantes que hiciera Don Manuel al análisis de nuestra democracia, partían de las tesis de Rousseau y de Locke, que permitían abrir las entrañas de la formación del Estado moderno.

Del mismo modo, la gran sensibilidad social del politólogo, queda representada en la crítica al capitalismo salvaje, que partía de los socialistas utópicos, que luego llevaban a las críticas y propuestas de Marx y Engels, en donde Don Manuel, encuentra un análisis más completo de la sociedad, el ser humano, la economía y la política.

Pero el gran científico social no se queda allí, lucha por saldar una deuda, que luego nosotros notamos como estudiantes en los cursos de filosofía o pensamiento político: el abordaje del pensamiento político Latinoamericano.

Formoso se hunde en las profundas aguas de las ideas de Martí y de Ernesto Guevara de la Cerna, “el Che”; don Manuel veía en este último, un gran pensador y un gran político, esto, por una característica que le falta muchísimo a nuestros políticos del subcontinente: la coherencia.

Pero el maestro, no se quedó en las aulas, incursiona en el periodismo de opinión y allí fue donde disfrutamos más de sus tintas…

Hemos escrito al principio de este texto, que nuestro primer contacto con las obras de Don Manuel, fue siendo estudiantes en la Escuela de Ciencias Políticas, pero con sus artículos de opinión, nos encontramos antes.

Unos cuatro años antes de ingresar a esa unidad académica, leyendo el periódico, entre finales de julio y mediados de agosto de 1991, devoramos dos artículos de Formoso, que nos resultaron fundamentales y nos hicieron aquilatar su peso como politólogo. Dicho sea de paso, esos artículos, inspiran el título de este que escribimos.

“Con tinta roja” y “Con tinta verde” (publicados el 21 de julio y el 15 de agosto de 1991 respectivamente), resultaron para un adolescente que se estaba iniciando en el tema de las ideas políticas como lo era quien esto escribe, de una clara visión ideológica, frente a la realidad del país.

En el primero, el ácido diagnóstico que hacía Don Manuel de nuestra descomposición, lo llenaba de deseos por hablar desde una perspectiva revolucionaria (centrándose de nuevo en la figura del Che), pero el autor reconocía el desgaste del marxismo mas no su agotamiento.

En el segundo artículo, partiendo de Rousseau, Formoso hace una excelente reflexión de la humanidad como parte del sistema ecológico planetario y de allí, reconociendo que el ser humano es un ente político

Lo cierto es que el maestro Formoso, fue de los primeros colaboradores de la conocida “Página 15” del periódico “La Nación”, de hecho, él le hizo la sugerencia a su padre, a quien se le había ofrecido la dirección del diario, para la creación del espacio; pero el connotado periodista, recomendó a Guido Fernández como director, a Fernández se debe la concreción de la página de opinión.

Don Manuel escribió por varios meses en la “Página”, pero algunos de sus textos causaron molestia en algunos miembros de la junta directiva del periódico, por lo que Guido Fernández, le solicitó no volver a hacerlo. Formoso aceptó la censura para no perjudicar a su padre, que era subdirector.

En lo sustantivo, hubo dos artículos que enardecieron a los directivos de “La Nación”: “Patio de Agua o la guerrilla” y “El Che de la Filosofía”, publicados respectivamente, el 31 de julio y el 13 de agosto de 1968.

El primero refería, a que conteste con la situación totalitaria de pobreza y desigualdad en América Latina de finales de los sesentas, el subcontinente solo tenía dos caminos: el violento de la guerrilla o el camino propuesto por el reformismo socialdemócrata, resumido en el famosísimo documento de “Patio de Agua”. En el segundo, se rendía un franco homenaje al Dr. Constantino Láscaris Comneno, a quien Formoso comparaba con el Che Guevara.

El 3 de mayo y el 18 de julio de 1968, Don Manuel escribe dos textos, en los que se mira su concepción de lo que podríamos llamar “la cuestión universitaria”: nos referimos respectivamente a: “Sobre la necesidad de un diálogo vivo” y “Sin libertad para condenar el elogio es adulación”.

En “Sobre la necesidad de un diálogo vivo”, el maestro plantea el poco impacto que tenía la Universidad de Costa Rica en la comunidad nacional de aquella época, para lo que propone la creación de un periódico universitario.

En el segundo artículo, respondía las críticas que se le hacían, por señalar las falencias que tenía la universidad en su momento, planteando que una fuerte opinión pública en esa casa de estudios superiores, facilitaría su gobierno.

Es así, como en la lógica de la visión que tenía de la universidad, logra junto a otros profesores, que en el Segundo Congreso Universitario, se apruebe una moción, que permita la creación de lo que sería y es hoy, el Semanario Universidad, del cual fue su primer director.

Don Manuel Formoso volvió a escribir en la “Pagina 15”, del periódico “La Nación”, en 1988 y lo hizo por 4 años más… actividad que abandonó por considerarla desgastante y que le quitaba tiempo para hacer otras cosas.

Ahora bien, acabamos de decir, que en el Segundo Congreso Universitario, se aprobó la moción que conduciría al surgimiento de lo que es hoy, el “Semanario Universidad”, pero en ese mismo Congreso, el Dr. Alfonso Carro, presenta una ponencia titulada: “Los estudios políticos en la Universidad de Costa Rica”.

En ese texto don Alfonso, analizaba la situación política del país y del mundo, en relación a la enseñanza de la Ciencia Política, su evolución e historia; la conclusión del documento de Carro, era que debía crearse una Escuela de Ciencias Políticas.

A partir de allí, se hizo una Comisión que analizaría la creación de dicha Escuela. El grupo de académicos que conformaban el órgano colegiado eran:

• Lic. Walter Antillón M.
• Dr. Alfonso Carro Z.
• Dr. Manuel Formoso H.
• Lic. Eugenio Fonseca T.
• Lic. Rodrigo Fournier G.
• Lic. Carlos José Gutiérrez G (Coordinador)
• Lic. Rodrigo Madrigal M.
• Pbro. Dr. Benjamín Núñez V.

Valga decir, que el documento que contiene el estudio para la creación de la Escuela de Ciencias Políticas, contiene dos anexos, uno, es la ponencia del Dr. Carro ya citada y el segundo, un informe del maestro, Rodrigo Madrigal Montealegre. Ambos anexos por sí mismos, merecerían sendos artículos para su análisis y comentario.

Para la década de los setentas, como fruto del Tercer congreso Universitario, la Escuela de Ciencias Políticas, pasa ser unidad académica de la Facultad de Ciencias Sociales, que estaba recién creada. Don Manuel fue Decano de ella, lo que ayudó al desarrollo de lo que Carro había llamado: “Los estudios políticos en Costa Rica”.

Cerramos este texto sobre el maestro Formoso, con un aporte esencial que le hiciera a la historia política costarricense: la edición de las memorias del ex Presidente Teodoro Picado (1944 – 1948); la idea de Don Manuel, era aclarar la figura histórica de Picado.

Una de las principales fuentes que usó, fueron los relatos de su padre sobre la década de los cuarentas. Asimismo, Don Manuel, logra luego conversar con dos protagonistas de la época, que fueron amigos de su progenitor. Tal fue el caso de Fernando Soto Harrison y Máximo Quesada Picado.

De igual manera, el nieto de don Teodoro, Fernán Soto Picado, es el que le facilita a don Manuel las memorias y colabora dándole al editor, datos biográficos y la trasmisión de relatos familiares entre otras ayudas para la publicación.

De este modo, Formoso hace más legibles las memorias del ex Presidente Picado y podríamos decir, las dota de un excelente aparato crítico (Citas, inserciones de textos, anexos), sustentado en entrevistas y material bibliográfico.

Como puede verse, la obra del maestro Manuel Formoso, fue prolífica, nosotros solo hemos abordado algunos de sus elementos para rendir homenaje a su memoria, esperando, como confiamos que así pueda ser, que en un futuro cercano, la Universidad de Costa Rica, la Facultad de Ciencias Sociales y la Escuela de Ciencias Políticas, le hagan una distinción más íntegral, como el maestro se la merece.

BITÁCORA
Patio de Agua o la guerrilla
Manuel Formoso Herrera

América Latina es un continente en el cual – según datos emanados de las agencias especializadas de las Naciones Unidas – la riqueza, la educación, la salud y la participación política están muy desigualmente repartidas. Unos pocos viven en la opulencia, dueños de tierra, poseedores de cultura y únicos amos del poder político. Por el contrario, una gran mayoría no recibe ni el salario mínimo, no tiene acceso a la educación, y la libertad política, cuando la hay, no tiene para ella ningún sentido. Dentro de su miseria – espiritual y económica – ¿qué importancia puede tener votar por un grupo o por otro?

En este cuadro general Costa Rica aparece en una situación especial, que ha sido calificada por algunos tratadistas europeos como la de un caso aberrante. En efecto, somos una nación que inexplicablemente escapa a algunos de los rasgos característicos de los países latinoamericanos. Por ejemplo, no tenemos casta militar, y presentamos un grado de estabilidad política y un índice de alfabetización, mayores que los que cabría esperar en un país que en lo demás tiene condiciones muy semejantes al resto de Latinoamérica.

La situación económica, social y cultural de América Latina, está clamando por un cambio, por una transformación. En boca de todos los políticos, expertos internacionales o estudiosos de estos problemas, está la palabra revolución. Sin embargo, a pesar de que todos hablan de revolución, muy pocos la hacen. Se podría decir, parodiando la frase de Marx, que en nuestro continente “la revolución es el opio de los pueblos”.

Hacer una revolución no es nada fácil. Sobre todo hay que saber hacia donde caminar y quienes van a conducir la nación a la tierra prometida.

Con el paso de los años la situación de América Latina se ha ido deteriorando. La población aumenta velozmente, la producción de la riqueza crece a un ritmo mucho menor y las normas para distribuir lo producido siguen igual: mucho para pocos y poco para muchos.

¿Qué se puede hacer en una situación como ésta? Creo que simplificando y resumiendo muchas posiciones, en términos generales solo caben dos respuestas: “la guerrilla” o “Patio de Agua”.

En los países en los cuales no hay libertad política, no funcionan las instituciones democráticas y domina una casta militar, el único camino efectivo a seguir es el de las guerrillas. A la violencia de los que se han apoderado del poder político, de la riqueza y de la educación, sólo cabe oponer el coraje y el valor del pueblo luchando en sus montañas por lo que es suyo, por sus propiedades, derechos y libertades.

Por el contrario en los países en los que hay estabilidad política, funcionan las instituciones democráticas y se pueden dar partidos ideológicos capaces de realizar una revolución por las vías legales, no hay campo para las guerrillas. Por medio de grupos organizados y estudiosos, se pueden hacer planteamientos al pueblo, conseguir su apoyo y lentamente, dentro de la paz, lograr la transformación necesaria. Creo que en el medio costarricense, por el momento, no hay nada más representativo de este segundo camino que “Patio de Agua”.

A pesar de los defectos que pueda contener o de las objeciones que se puedan hacer a algunas de sus proposiciones, “Patio de Agua” es un movimiento muy importante en la política costarricense, por la actitud revolucionaria que contiene y por el valor que manifiesta en lo acertado de sus críticas y en lo osado de sus soluciones.

Periódico “La Nación”. 31 de julio de 1968

El Che de la filosofía
Manuel Formoso Herrera

Hace unos quince años en Costa Rica, sólo unos pocos excéntricos habían leído a Platón o a Aristóteles y de Sócrates se sabía que había muerto por culpa de la cicuta; aunque a decir verdad no se estaba seguro de si la cicuta era un arma aguda o una hierba mortal.

Hoy en día, gracias a la labor del Departamento de Filosofía y de la Cátedra de Fundamentos de Filosofía, las obras de los grandes maestros en el arte del buen pensar se agotan en las librerías y decirse estudiante de filosofía no es nada risible ni sintomático de una seria enfermedad psicológica. Lo que es más interesante aún, hay quienes nos ganamos la vida con la filosofía, enseñándola y aprendiéndola en la Universidad de Costa Rica.

¿A qué o a quiénes se debe esta revolución cultural? Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que se debe a la reforma universitaria del año 1957 y a todas las personas que contribuyeron a llevarla a cabo, y pido excusas por no citar aquí todos sus nombres. Sin embargo, hay una persona que contribuyó de modo notable y que ha continuado a lo largo de más de diez años en la misma tarea. Me refiero al Dr. Constantino Láscaris Comneno.

El Dr. Láscaris llegó a Costa Rica y, como el flautista de Hamelin, empezó a tocar su flauta mágica. Tras ella comenzaron dócilmente a marchar al son de Descartes y su Discurso del Método, de Kant y su metafísica, de Hegel y su espíritu absoluto, los jóvenes costarricenses. Ya en una edad un poco más avanzada que la de los adolescentes, yo tropecé con el Dr. Láscaris y fui víctima de su magia. Mis intereses filosóficos se fortalecieron y lo que es más importante, se precisaron en un campo particular en el cual me siento cada día más a gusto, el del Pensamiento Político.

La lucha del Dr. Láscaris no fue siempre fácil y agradable. No es sencillo cambiar los hábitos mentales de la gente y menos los de los estudiantes. En esta batalla desplegó todas sus armas, su poder de seducción y su espíritu de guerrillero. Atacando aquí, escurriéndose más allá, soltando una picante ironía, deslumbrando tantas veces con sus inolvidables conferencias en Estudios Generales.

Con el tiempo el Dr. Láscaris se reveló como especialista de una preciosa arma intelectual para despertar conciencias y poner a pensar a los estudiantes costarricenses, tan excepcionalmente aristotélicos por su medianía enemiga de los extremos. Lo más efectivo que encontró el Dr. Láscaris fue el escándalo. Decir de las cosas aquella parte de la verdad que, sola y fuera de contexto, resultara lo más chocante y llamativo. Y en esto fue y es maestro.

Recuerdo una de sus actuaciones más brillantes en una sesión de Estudios Generales. Se discutían algunas medidas para intentar disciplinar y ordenar un primer año compuesto por varios miles de estudiantes. Algunas profesoras defendían a los estudiantes con un “pobrecitismo” y “maternalismo” excesivo que sacó de quicio a nuestro doctor. Ante el asombro general el Dr. Láscaris, con la persuasión que lo caracteriza, propuso la idea de que en adelante los estudiantes deberían venir uniformados, con pantalón corto, medias blancas y lazos celestes en las rodillas. Si la memoria no me falla, presidía la sesión Guillermo Malavassi, nuestro Ministro de Educación. Todavía me parece ver en sus ojos el brillo de satisfacción que le produjo la moción de Láscaris y el gesto de tristeza al no poder ponerla a discusión.

El Dr. Láscaris no ha abandonado su arma predilecta ni su estilo de pelea a favor del buen pensar. Para muestra de ello el botón que nos ha dado con su artículo de días pasados, en el cual califica al “Che” Guevara de santo patrón de los boys scouts.

A quienes no estén familiarizados con este método del “escándalo” y se hayan quedado con la boca abierta por la canonización del guerrillero revolucionario, yo les ruego que la cierren primero que nada, porque no hay de que asombrarse, y luego que comprendan lo que quiere nuestro “Che Guevara de la filosofía” es que nos interesemos y estudiemos más y mejor a nuestros políticos y revolucionarios, para que sepamos bien de qué se trata y así el día de mañana, cuando alguien nos diga que Fidel Castro es el santo patrón de los apostoles (Sic) – quizás por lo bíblico de la barba – abramos la boca, no para dejarla abierta de asombro, sino para reír con franca carcajada.

Periódico “La Nación”. 13 de agosto de 1968

Tomados del libro: De unicornios, política y planetaridad. Juricentro, San José, Costa Rica. 1993

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2 comentarios

  1. Freddy Pacheco León

    Pincelada certera de parte de la riquísima vivencia del amigo y maestro Manuel Formoso, Premio Omar Dengo otorgado por la Universidad Nacional. Y así habría que seguir la senda que traza Ocean para que el legado de este gran costarricense no solo sea conocido, sino más importante, aprovechado.

  2. Ocean Castillo Loría.

    Agradecer a Don Freddy su comentario y reiterar por este medio la petición de homenaje al maestro. Inclusive, plantear el proyecto de la publicación de sus obrras completas.

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