Discurso Laura Chinchilla Miranda en develación retrato Salón de Expresidentes

Discurso de la Sra. Laura Chinchilla Miranda
Con ocasión de la Develación del Retrato en el
Salón de Expresidentes de la Asamblea Legislativa
San José, Diciembre 2015-11-29

Discurso Laura Chinchilla Miranda en develación retrato Salón de Expresidentes

Un día como hoy, hace 67 años, a escasos cien metros de este recinto, un hombre de estatura baja, semblante cordial, modales sobrios y mente infinita, levantó un mazo, golpeó un muro y, mientras una cascada de piedras caía con estrépito, una nueva realidad se elevaba con esperanza.

El ejército moría como institución permanente en Costa Rica. En su lugar, nacía un concepto inédito de seguridad y cohesión social; aquel que se asienta en la justicia, la solidaridad, el progreso y la búsqueda permanente del bien común. Es la seguridad enfocada desde y hacia los seres humanos,

El hombre que hizo historia en el Cuartel Bellavista, hoy Museo Nacional, fungía entonces como jefe del ejército victorioso tras la guerra civil que fracturó al país. Su esencia, sin embargo, nada tenía que ver con la de un caudillo marcial. Al contrario, era la de un campesino ilustrado, pragmático y progresista que, a partir de ese momento, reveló su condición de estadista continental. Y dijo entonces:

¡Oh, América! Otros pueblos, hijos tuyos también, te ofrendan sus grandezas. La
pequeña Costa Rica desea ofrecerte siempre, como ahora, junto con su corazón,
su amor a la civilidad, a la democracia.»

Al comenzar estas palabras, me honro en recordar y rendirtributo a José Figueres Ferrer. No lo hago como seguidora —que soy– de su herencia y pensamiento. Lo hago como una costarricense orgullosa de su legado, al que han abonado muchos otros hombres y mujeres con signos y saberes distintos.

Lo hago con el sentido de continuidad histórica que debe definir a los pueblos, y con la firme convicción de que, para el nuestro, tal continuidad implica, «el mayor bienestar para el mayor número.»

Sé que la búsqueda de ese ideal de bienestar es una «lucha sinfín», que nos liga a nuestras profundas raíces y valores, pero también nos eleva hacia una interminable voluntad de visión, decisión y acción prospectiva.

El ayer debe ser acicate que inspire e impulse, no grillete que ate y detenga; debe ser savia que nutra, no ancla que detenga.

Celebro que la develación de mi retrato en este Salón de Expresidentes de la Asamblea
Legislativa, símbolo de nuestra solidez civilista y democrática, coincida con esta gloriosa
fecha, que nos conecta a un pasado que nos nutre y nos liga a un futuro que nos llama.

Cinco años antes de abolir el ejército, el propio José Figueres recordó que «…la democracia es estable, como organismo vivo de renovación constante», y que «mira adelante, y es la evolución, el esplendor, la vida«.

Queridas amigas y queridos amigos:

Mirar hacia delante es responsabilidad de todos los seres humanos. Pero para quienes
participamos en los asuntos públicos constituye un imperativo ineludible.

Desde las diferencias consustanciales que afloran en toda democracia, este imperativo nos convoca a un constante ejercicio de diálogo orientado a los acuerdos, como vía para la toma y ejecución de decisiones pertinentes y oportunas.
«El arte de educar es, por sí mismo, una función afirmativa», nos decía Moisés Vincenzi en 1940. Lo mismo ocurre con el arte de hacer política. Porque incluso cuando rechazamos la iniciativa de otros, nuestra negativa debe portar, en su reverso, la alternativa que creamos mejor.

Rechazar, pero a la vez proponer; criticar, pero sin descalificar; ejercer la duda sistemática, pero evitar la sospecha malsana; ser exigentes, pero a la vez generosos; derribar muros y eliminar estructuras, pero solo como vías para construir algo mejor.

He aquí un conjunto de guías esenciales para el ejercicio de la política afirmativa; es decir, de la buena política. Es la política que hoy reclama Costa Rica.

Tales principios han orientado mi paso por la función pública a lo largo de casi dos décadas, y se han afincado en múltiples fuentes de inspiración, incluyendo el ejemplo de mis padres, el aliento de mi hijo y el acicate intelectual y emocional de mi esposo.

El camino que he recorrido no ha estado carente de obstáculos, errores, prejuicios y frustraciones. Pero siempre me he esforzado por transitarlo con absoluta rectitud, visión clara, tolerancia, ilusión, respeto y trabajo constante, fiel a la herencia del pasado, pero también alerta a las demandas del presente y del futuro y receptiva a las aspiraciones de mis conciudadanos.

En esta brega también he tenido enormes satisfacciones. La principal ha sido servir al pueblo del que soy parte, al país en que nací y a los ideales en que creo. Es una satisfacción que no solo se mide en hechos concretos, datos precisos y logros tangibles o intangibles que, estoy segura, la historia irá valorando en su justa dimensión.

Es también la satisfacción que genera la cara esperanzada de una niña, la innovación gestada por un joven estudiante, la fructífera tenacidad de un campesino, el riesgo recompensado de un empresario, la inserción laboral de una madre soltera, la oportuna protección de un anciano o el salario digno de un trabajador.

Es el tipo de satisfacción que surge cuando convertimos a cada persona, no importa su edad, sexo, filiación, preferencias o etnia, en eje del desarrollo. En esto consiste la seguridad humana, la misma que, con intuición admirable, introdujo don Pepe a nuestra vida pública hace 67 años.

Más que un objetivo concreto, la seguridad humana es un punto de partida y un crisol generador de políticas múltiples, que deben combinarse de manera integral. Porque potenciar a la gente es potenciar el más valioso activo de cualquier sociedad; es hacer que esa sociedad funcione mejor y que se constituya en fuente de dignidad y vida plena para nuestros semejantes.

Esta es la idea fuerza que ha orientado mis pasos por la política y la que sustentó mi gestión de Gobierno. Es, también, la que caracteriza el modelo costarricense de convivencia. Gracias a ella, nuestro país ha sido capaz de desarrollar una institucionalidad democrática robusta, una economía abierta, una sólida vocación de integración social y una fuerte conciencia ambiental.

Teniendo como guía esta concepción, y con un ejemplar equipo de colaboradores, entre 2010 y 2014 trabajamos en el abordaje responsable del hoy, pero sin perder de vista la construcción de instrumentos para el futuro.

Llegamos al Gobierno en un momento difícil y cargado de incertidumbres, de crisis financiera internacional, estancamiento en algunos índices sociales, finanzas públicas debilitadas, amenaza de quiebra de la seguridad social, redobladas arremetidas del narcotráfico y una institucionalidad con serias disfuncionalidades.

Una de las primeras tareas que asumimos fue superar el impacto de las precarias condiciones económicas que nos golpeaban desde el exterior, retomar el crecimiento, mejorar el empleo y contener el deterioro del ingreso familiar. Muy pronto lo logramos.

Muy pronto también enfrentamos la más seria amenaza a nuestra integridad territorial en una generación. Respondimos con responsabilidad, firmeza y apego al derecho internacional. Confío en una pronta decisión de la Corte Internacional de Justicia en respaldo de nuestros derechos frente a la invasión nicaragüense de una parte del país. Nos atrevimos, también a construir alternativas que nos permitieran romper con toda una historia de dependencia de la navegación por el Río San Juan, como única alternativa para movilizarnos por nuestros territorios fronterizos.

Diseñamos y aplicamos una política integral de segundad ciudadana, que redujo los delitos, la victimización y, en particular, los homicidios, y los femicidios, devolviendo la tranquilidad a la mayoría de nuestros hogares. La aplicamos con éxito, no solo de cara a la delincuencia común, sino también a la criminalidad transnacional organizada, una de las mayores amenazas que vive nuestro país y que nos demanda vigilancia constante, a riesgo de echar para atrás las victorias alcanzadas.

Dimos ímpetu a nuestra integración inteligente en el mundo, mediante la suscripción de nuevos acuerdos de asociación y libre comercio, el impulso de los existentes, y el avance en los procesos para ingresar en la Alianza del Pacífico y la Organización de Comercio y Desarrollo Económico. Los resultados están a la vista, pero pueden llegar a frustrarse si detenemos nuestro avance como ocurre en el caso de la Alianza del Pacífico.

Desarrollamos un programa multidimensional de apoyo a la competitividad, que explica los significativos avances nacionales en materia regulatoria reportados recientemente por el Banco Mundial en su informe Doing Business. Este esfuerzo, junto con la concreción de una ambiciosa cartera de inversiones en infraestructura, cuyos frutos se empiezan ya a recoger, impactarán positivamente nuestra economía, ahí adonde mostraba mayores rezagos

Impulsamos los emprendimientos y los encadenamientos productivos, como parte de nuestros esfuerzos por aumentar la eficiencia, generar nuevas oportunidades de crecimiento y ampliar el bienestar.

Mejoramos la gestión de la inversión social y transparentamos su asignación. Conjuramos la crisis financiera de la Caja Costarricense de Seguro Social, creamos la red de cuido, lanzamos la iniciativa Empléate, para estimular la inserción laboral de los jóvenes en situación vulnerable, e hicimos del deporte y la cultura ejes de transformación social.

Infundimos renovado impulso a la educación, en alcance, calidad y pertinencia.

Introdujimos eficaces innovaciones, redujimos la deserción en secundaria y ampliamos la formación técnico-profesional. Así, abrimos un mejor futuro a miles de jóvenes.

Potenciamos el visionario rumbo de respeto al medio ambiente que ha caracterizado a nuestro país por tanto tiempo. A la vez, volvimos nuestros ojos al mar y desarrollamos una vigorosa «agenda azul», con nuevos aportes de política pública, mejor institucionalidad, ampliación de las áreas protegidas y de manejo especial, y resguardo de varias especies en riesgo.

Caminamos con determinación hacia un mayor equilibrio de las finanzas públicas. Concretamos los acuerdos políticos necesarios para aprobar una reforma fiscal amplia y equilibrada en la Asamblea Legislativa, frenada por la Sala Constitucional tras ser aprobada en primer debate. El fallo constitucional no nos detuvo; nos pusimos de nuevo en pie, y reiniciamos el camino para la construcción de un acuerdo de consolidación fiscal, pero el inexorable fin del período presidencial y la indolencia inicial de las autoridades electas, impidió que el proceso avanzara. Se ha perdido tiempo valioso que debe ser recuperado a riesgo de nuestra estabilidad económica y social.

Como la primera Presidenta de este querido país, otorgué particular énfasis a los derechos y oportunidades de las mujeres. Mi gobierno se avocó a esta tarea no desde retóricas crispadas y confrontativas. Optamos por decisiones que ampliaran oportunidades económicas, políticas, sociales y educativas y fortalecieran en los hechos la dignidad femenina y su protección frente a los prejuicios y el maltrato.

Costa Rica se acerca de manera creciente a la igualdad real entre los géneros, gracias al trabajo tenaz de miles de mujeres y hombres, a legislación y acciones afirmativas, y a cambios en nuestra sensibilidad como seres humanos. Pero las barreras culturales y sociales aún son grandes y no debemos cesar hasta allanarlas por completo. Se los dice alguien que las vivió en carne propia, y para quién el haber alcanzado una meta tan simbólica para cualquier mujer, no fue más que la confirmación de que las luchas de las mujeres resultan incesantes. Ahí comprendí que la única derrota que las mujeres no nos podemos permitir, es aquella que llega cuando dejamos de luchar.

Amigas y amigos:

La construcción de una mejor Costa Rica es un proceso incesante del que mi gobierno participó activamente, con visión, estrategias y honestidad. Lo hicimos desde la política afirmativa a la que me referí, la única que he practicado y la que todos deberíamos practicar y que dista mucho de la mezquindad. Resulta indigno que algunos, para ocultar fracasadas demagogias de cambio, falta de ideas, proyectos o logros propios, se dediquen a desacreditar los ajenos.

Si deseamos construir un mejor futuro para el país, debemos optar por la grandeza y, desde esta, identificar problemas y obstáculos, reconocer errores y, sobre todo, plantear soluciones.

Sabemos, amigas y amigos, que Costa Rica enfrenta serios problemas y desafíos. Algunos nos llegan de fuera, como el desafío de la delincuencia organizada, en particular el narcotráfico internacional, las crisis económicas externas, los efectos del cambio climático o las agresiones de un gobernante vecino.

Otros problemas surgen de nosotros mismos. Tenemos capacidad de sobra para identificarlos -algo que también ocurre con las oportunidades-, pero una creciente dificultad para concretarlos.

Con clara visión, buenos equipos, voluntad, trabajo, y negociación, cada gobierno puede hacer mucho para conjurar desafíos e impulsar beneficios. Esta fue una constante de mi trabajo como Presidenta.

Pero existen barreras que no pueden saltarse con mera voluntad política, decisiones ejecutivas, y ni siquiera, acuerdos legislativos, porque son barreras estructurales y, también, cognoscitivas.

El entramado de instituciones, normas, procesos y prácticas en el Estado costarricense explica mucho de nuestro progreso y estabilidad; es parte de nuestro legado histórico, Sin embargo, también ha generado una consecuencia no deseada. Me refiero al progresivo debilitamiento de la gobernabilidad.

Para ser legítimo y funcional, un sistema político debe forjar, sobre la base de la transparencia y el rendimiento de cuentas, el mejor balance posible entre la capacidad de acción gubernamental y las instituciones que controlan y limitan el poder del Estado y sus funcionarios.

Si se produce un desbalance a favor del poder de acción, se corre el riesgo de la arbitrariedad e, incluso, del autoritarismo. Si, por otro lado, el énfasis se inclina hacia los controles excesivos, es posible acercarnos a una peligrosa parálisis, que vulnera la gobernabilidad y deslegítima a las instituciones. Cuando esto ocurre, a la capacidad de hacer se impone, el afán de obstruir que se acrecienta cada vez más.

Si a lo anterior se añaden la exponencial fragmentación político-partidista y grupos de interés que tratan de manipularla para alcanzar un virtual poder de veto, estamos ante una combinación negativa y peligrosa para nuestra democracia.

Esto es, en gran medida, lo que ocurre actualmente con la democracia y el Estado costarricense. Mientras nuestras instituciones han crecido en rigidez y han perdido en eficacia, nuestra sociedad se ha tornado más dinámica y compleja, nuestros ciudadanos más exigentes e impacientes y su representación política más dispersa y atomizada.

Debemos entender que las instituciones, al igual que las sociedades, necesitan evolucionar, lo cual implica cambiar e, incluso, ser sustituidas por otras mejores.

Es hora de que, por el bien de nuestro país, nos atrevamos a saltar sobre las barreras que hoy nos impiden avanzar. Desde el ejercicio de la política democrática afirmativa, debemos articular acuerdos para replantear el balance entre la acción y el control estatales; para conciliar la legitimidad democrática y la eficacia de sus instituciones; para adecuar la dispersión del voto ciudadano con la capacidad de construir alianzas; para saltar sobre la desconfianza enfermiza, la miopía crónica y el bloqueo como forma de acción, y anclar la mirada en el futuro.

Los costarricenses, tenemos hoy el reto de proteger los frutos del rumbo histórico que ha orientado a nuestro país, a la vez que avanzamos con mayor rapidez y determinación en readecuarlo a nuevas necesidades y oportunidades. Sin embargo, las dificultades cada vez más mayores para propiciar el avance están generando un descontento ciudadano con el modelo mismo de desarrollo costarricense. Es aquí adonde arriesgamos a que los populismos de todo signo ideológico arraiguen en la voluntad popular proponiendo cambios de rumbo que solamente nos llevarán al abismo institucional. El cambio que necesitamos en Costa Rica no es de orientación, principios o convicciones democráticas. Lo que debemos reevaluar, modificar y adaptar, son los medios, instrumentos e instituciones necesarios para alcanzar nuestros fines compartidos.

Debemos hacerlo con el mismo espíritu visionario que alentó a los fundadores de la Segunda República, y permitió el desarrollo de un pacto social sólido y fructífero.

Fue por estas preocupaciones que, en mi Informe de Labores rendido ante la Asamblea
Legislativa el Primero de Mayo de 2012, me extendí sobre nuestros desafíos
institucionales y anuncié la constitución de un grupo de distinguidos costarricenses para
que reflexionaran y sugirieran mejoras en nuestro sistema político. Su informe se
mantiene como una excelente guía para acometer las reformas pendientes a la
institucionalidad democrática de nuestra nación. Sin embargo, el tiempo corre veloz, al
igual que la impaciencia de los ciudadanos por las respuestas que le reclaman a la política.

El parlamento es el órgano llamado a emprender, en esta hora, tan crucial tarea. Pero si el mismo se muestra, una vez más, incapaz de hacerlo, no deberemos tener temor a considerar otros mecanismos de decisión previstos en nuestra Constitución Política, como los relativos a la democracia directa.

Queridos amigos y queridas amigas:

En su demoledor ensayo «El político» publicado en 1941, Roberto Brenes Mesen escribió:

El poder político viene y se va; el poder intrínseco del hombre permanece, exaltado o menguado, según el uso que del poder político hiciera.

Como Presidenta de Costa Rica me esforcé por usar de la mejor manera posible el poder otorgado por las urnas, definido por la Constitución y enmarcado por las leyes. Lo mismo puedo decir, confiada, sobre el resto de mi trayectoria en la función pública. Creo no pecar de inmodestia si añado que me siento orgullosa de lo hecho.

En cada una de las etapas, como Ministra, diputada, vicepresidenta y Presidenta de la República, traté de impulsar iniciativas, responder a retos y concertar voluntades para avanzar en lo inmediato mientras, a la vez, proyectábamos las acciones hacia el futuro.

Hoy, como Expresidenta honrada al unirme en este Salón a tan ilustres predecesores, y agradecida por la compañía de un público respetado y querido, renuevo mis compromisos con Costa Rica. Reitero mi voluntad de seguir trabajando por el presente y el futuro, con tenacidad, pero también apertura y prudencia.

Esta querida patria es un destino, pero también un sendero sobre el que nunca debemos descansar. Costa Rica es nombre, pero a la vez debe ser verbo de avance y acción, y en ella debemos recrear esta bella estrofa de Jorge Debravo:

Sin mirarla distancia, caminando.
Sin pedir compañero, caminando.
Sin apoyarse en nadie, caminando.
Sin que hubiese camino, caminando,»

Sigamos caminando sin pausa. Y si en algún momento topamos con barreras que truncan la marcha y destruyen el sendero, hagamos camino de nuevo. Pero nunca perdamos el rumbo del bienestar, la justicia y el valor de lo humano.

Muchas gracias.

Retrato Laura Chinchilla Miranda

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