“… de Egipto llamé a mi Hijo” (Mateo 2:15)

Roberto Vargas

Roberto Vargas

Se trata, a muy “grosso modo”, describir los elementos más representativos del Egipto que albergará al fugitivo Niño Jesús, más adelante al evangelista Marcos y finalmente al cristianismo, nuestro tema.

Más 3,000 años de civilización; últimos 300 de presencia y sincretismo griego (dinastía Ptolemaica) y escasos 24 como provincia romana es el Egipto que acoge al Niño quien huye del rey Herodes contemporáneo, y cómplice, de la persecución y asesinato de otro niño, Cesarión el “Rey de Reyes”, último faraón, hijo Cleopatra y Julio César, condenado a muerte desde su nacimiento y bajo el argumento de “demasiados césares” asesinado por orden de Octavio a la edad de 14 años en el puerto de Bernice (Mar Rojo) traicionado y entregado a los legionarios romanos por su tutor Rhodon mientras huía hacia la India.

El dios alejandrino de ese momento: Serapis (Asar-Apis u Osiris-Apis) trinidad sincrética que por primera vez irrumpe el culto egipcio, “diseñado” aproximadamente 280 años atrás por teólogos griegos y egipcios que incluye, bajo forma humana, al Zeus griego, Osiris (la resurrección) y Apis (la fertilidad) con la única intención de los faraones ptolemaicos, herederos de Alejandro Magno, de integrar en un sólo culto, las civilizaciones griega y egipcia en una nueva y única religión.

Osiris nos abre las puertas a la tesis, aún vigente, de la resurrección. Según Plutarco (De Isisde et Osiride) Isis y Osiris, hermanos-esposos, humanos hijos de dioses, gobernaron enseñando a los egipcios la agricultura, con ella la forma de vida sedentaria y la escritura. Su hermano Seth envidiando a Osiris lo asesina descuartizando su cuerpo en 14 pedazos que son lanzados al río Nilo. Isis sale en su búsqueda, los encuentra, con excepción del falo tragado por un pez, el “oxirrinco”; reensambla y resucita por medio del poder que previo había recibido de Ra (dios solar) junto al nombre “M(e)rit-Ra”, (Amada de Ra), una de las 70 etimológicas aceptadas del nombre “María”. Osiris castrado sin que medie, obviamente, trámite sexual embaraza a su mujer relación de la que nace Horus , representado como un hombre con cabeza de halcón, y patrono del faraonato. Esta condición de concepción en castidad de las relaciones teogámicas definen una particularidad de las monarquías egipcias: el faraón ejerciendo la dualidad Hombre-Dios dogma que arranca desde la IV dinastía cuando el rey Keops es alertado por el mago Dedi que Red-Dedet esposa de un sacerdote de Ra estaba encinta de trillizos de la divinidad solar. El primero de ellos Userkaf primer faraón de la V dinastía se atribuye, y de aquí en adelante todos los faraones, en su titulatura real el ser un: Sa-Ra, “Hijo de Ra”.

Un paréntesis sobre el pez “oxirrinco”. Fue venerado en la antigua ciudad de Per-Medyed representada por él. En época romana (Diocleciano) sus ciudadanos son referidos como «los del pez» lo que nos remite a Clemente de Alejandría (150 d.C) quien sugiere a sus lectores (Paedagogus, III, xi) el grabar sus sellos con una paloma o un pez que, sin justificación, recomienda como símbolos cristianos. Per-Medyed hoy la ciudad de El-Bahnasa abunda en documentos (papiros) que dan fe de la génesis del cristianismo, si no universal, egipcio.

Egipto abundó en divinidades gozando de una profunda libertad de cultos sólo interrumpida durante 40 años durante la fase de la “Revolución de Amarna” liderada por el faraón Akhenaton y su exclusivismo monoteísta. Paralela e independiente a estas “religiones”, dinásticas, corre el tema de la resurrección omnipresente a todo lo largo de su civilización siendo documentada en miles de copias del “Libro Egipcio de los Muertos” de nombre original: “Libro de la Salida a la Luz del Día” que trataremos muy someramente referidos al “Papiro Ani” (Museo Británico No. 10.470)

El antiguo egipcio dividía el ser humano en varias partes que sobresalen: un cuerpo físico, Dyet; un nombre, Ren; un alma Ba; y un espíritu (?) el Ka.

Al momento de la muerte el Ba, representado por una paloma sale de cuerpo siendo que el Ka o espíritu representando la forma (no el cuerpo físico) del difunto debía permanecer para el momento de la resurrección de allí la momificación. Previo la resurrección el Ka pasa por un juicio, en términos cristianos el Juicio del Alma: en una sala, “Sala del Doble Maat”, diosa (representación) de la verdad y justicia. En la imagen, el difunto (esquina superior derecha) enfrenta 42 personificaciones cada una de ellas representando un pecado que jura no haber cometido, la “Confesión Negativa” o psicostasia. De ser encontrado en mentira sobreviene la segunda muerte. De pasar esta primera prueba se enfrenta a Maat señora del juicio quien le da la bienvenida (abajo derecha). Al fondo una balanza administrada por Horus (cabeza de halcón) y donde Anubis (cabeza de chacal) patrono y guía de los muertos ha colocado el corazón del difunto, fuente del pensamiento y las emociones, contra una imagen de Maat la verdad. De no haber un balance entre la verdad y las emociones el Ka es devorado por Ammit un ser híbrido entre cocodrilo, león e hipopótamo (formalmente un dragón), de nuevo segunda muerte. De pasar también esta segunda prueba, su nombre es escrito en el “Libro de la Vida” por Thot (cabeza de Ibis), escriba de los dioses, sobreviniendo la resurrección, representada por Osiris sentado en su trono, abajo izquierda. Este ser ahora resucitado recibe el título de “Maa-kheru” literalmente “justificado”, equivalente del “santo” en el cristianismo romano.

Las tesis de la resurrección, el sincretismo trinito de la divinidad, el símbolo del pez, la teogamia, la condición Hombre-Dios, y el “Juicio del Alma” egipcios coinciden, bajo otros nombres, con el dogma cristiano. Dos elementos están ausentes en la metafísica faraónica: la gracia del perdón y el castigo eterno (infierno) que el adepto osiriano no disfrutó ni padeció, ambos aportes cristianos a la religión osiriana. La presencia del castigo egipcio, en la “Sala del Doble Maat” y la segunda muerte, representado por Ammit ahora bajo jurisdicción del perdón es eliminado del rito, función que corresponde a Horus aquel “concebido sin trámite sexual” y sobreviene el combate (siglo IV, Museo de Louvre) donde el “dragón” cabeza de cocodrilo es derrotado.

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