Crónica de un viaje a Talamanca: la perspectiva de una estudiante universitaria

Stephanie Fernández Brizuela

Crónica de un viaje a Talamanca

Cuando se hace alusión a un territorio indígena, son múltiples las representaciones sociales que se instauran en el imaginario social, cayendo a su vez en una serie de dicotomías sintetizadas en preguntas como “¿es un territorio llano o montañoso?”, “¿es peligroso o es sano?”, “¿las personas de allí cuentan con educación o son analfabetas?”, “¿son pobres o poseen cierta riqueza?”, “¿hay viviendas o habitan en la selva?”, “¿comen solamente lo que cultivan o tienen acceso a otros alimentos?”; estas solo por mencionar algunas. A todo esto, ¿qué es Talamanca? Ciertamente un territorio inexplorado aún.

Históricamente, podría remontarse al único territorio en América Latina que no pudo ser colonizado por los españoles, pero sí por los mismos costarricenses que en años de la United Fruit Company, le cedieron a esta compañía, la búsqueda de petróleo, minerales y metales preciosos dentro de la zona, así como la flora y fauna del sitio; y la explotación bananera.

Así, por muchos años probablemente fue considerado un territorio olvidado; una montaña peligrosa con “indios” pobres que se desplazaban de un lado a otro a pie, sin zapatos y vistiendo taparrabo, entretanto recolectaban frutos y cazaban animales para su subsistencia… Una típica caracterización de comunidad nómada que no lo es. Definitivamente Talamanca no es como la pintan.

Además de ser uno de los cantones más ricos en atractivo turístico con especies de flora y fauna diversas y una biodiversidad de climas auténtica, Talamanca es una región con personas trabajadoras que luchan contra los ideales de la clase dominante, la cual paga un racimo de bananos de excelente calidad a mil colones para revender un solo banano a 75 colones en el mercado, aproximadamente. ¿Es ahí donde empiezan a cobrar relevancia las teorías del poder?

Al indígena no le importan las grandes producciones, pues el mismo se centra en la calidad de su cosecha. En Suretka son miles los productores que cruzan el río Terile en una panga como medio de transporte para apilar sus productos a lo largo de la orilla del río, esperando que los camiones de los grandes comercializadores se los compren por un precio realmente bajo. Generalmente se cultivan bananos y plátano verde en las zonas bajas, mientras que en las zonas altas se concentran producciones de arroz y maíz; esto por mencionar algunos productos.

De todos modos, la obtención de productos básicos en la alimentación en ocasiones se torna difusa para los habitantes, pues los de las zonas más altas deben realizar un viaje por montaña de seis días aproximadamente, enfrentándose a especies de animales peligrosas, para la obtención de los sacos de azúcar o sal, por ejemplo, los cuales pueden obtenerse en zonas más céntricas del país a escasos metros en un supermercado cualquiera.

De hecho, entre las historias de los mismos indígenas, se especulaba que una mujer en dicha travesía logró caminar por tres días con veneno de serpiente en su cuerpo hasta dar con una parroquia cercana donde falleció al no recibir la atención que realmente ameritaba la situación.

Además, las familias Cabécar y Bribrí mantienen una dieta a base de granos básicos y tubérculos principalmente, dado a que se alimentan a base de sus sembradíos y lo que consiguen producto del sistema de trueque. Es por lo anterior que se muestran muy agradecidos cuando se les brinda la posibilidad de obtener ciertos productos, dado a que ante la escasez, muchos apenas suplen las tres comidas esenciales a las que cualquier ser humano debería tener acceso.

Sorprendentemente, los habitantes de Talamanca poseen la libertad de elegir un culto religioso, por lo que varias de las iglesias principales a nivel universal se encuentran expandidas a lo largo del territorio. También existen escuelas y colegios que además de enseñarles el español les permiten mantener el idioma natal de su familia, sin embargo son escasas para sufragar la demanda educativa. A lo extenso del territorio solamente se pudo observar una escuela y un colegio(1); la escuela en la entrada al territorio, aproximadamente 45 minutos en automóvil desde el río Terile, y el colegio ubicado en Bribrí centro, cerca del río Sixaola casi en la frontera con Panamá.

En Bribrí, la escuela, el Colegio Técnico de Talamanca, la Municipalidad, la Fuerza Pública, la Cruz Roja, la oficina del Patronato Nacional de la Infancia y los Tribunales de Justicia se ubican a aproximadamente 1 hora y 20 minutos de la entrada principal del territorio indígena en automóvil. Y si se hace alusión a Limón, se encuentra a 2 horas 30 minutos aproximadamente.

Así, lo anterior plantea una situación compleja para las y los talamanqueños, dado a que, por ejemplo, ir a poner una denuncia por violencia doméstica le costaría a una persona que vive en San José Cabécar o Alto Terile días de ida a la céntrica ciudad de Bribrí y días de vuelta para volver a su hogar; es por ello que en muchos casos la agresión queda silenciada.

Irónico es que a un habitante de San José le tome a lo sumo 15 minutos a pie para ir de compras a un supermercado o ferretería, pero que a un indígena le tome horas conseguir productos similares; y eso si tiene el capital económico para adquirirlo, lo cual definitivamente es poco probable dado el trabajo mal pagado por parte de los grandes empresarios o el precio ridículo con el que se les pagan sus productos agrícolas.

Entonces, ¿qué tan factible es que una mujer, indígena, en condiciones de pobreza cuyos padres no tuvieron la oportunidad de estudiar, se autorrealice? Definitivamente las probabilidades son pocas, pero no inexistentes, pues tras la realización de los talleres de violencia impartidos por los y las estudiantes del curso Psicología sobre la Violencia Doméstica, una mujer indígena alegó que ella todas las semanas viajaba a San José hasta la universidad para estudiar, dado a que se encontraba cursando el bachillerato en Trabajo Social. Una historia digna de admiración, sin duda alguna, pero, ¿una en cuántas?

Como otro punto a destacar, es interesante el fenómeno del patriarcado en la zona, dado que los mismos talamanqueños refieren que el machismo ha tenido auge a partir de los extranjeros que han tratado de implantar sus ideologías occidentales en ellos, pues en la cultura y la cosmovisión indígena son las mujeres quienes ostetan la máxima autoridad y las que tienen la potestad para heredar la adscripción de los individuos a un clan, y por lo tanto, la identidad indígena.

En la gira se tuvo la oportunidad de interactuar con Doña Matilde Morales, una señora que era muy respetada por los demás habitantes a tal punto que le obedecían, pues la misma pertenece a la alta jerarquía, por decirlo de alguna manera, ya que es heredera de los Zukia, perteneciente al clan Usekra, descendiente de los reyes de Talamanca. Así, si la misma solicitaba un animal de gran tamaño, los clanes amigos y vecinos debían solventar dicha petición porque saben que es para un buen uso. Ella también tiene el mandato de proteger y cuidar de sus hermanos indígenas. De todos modos, muy amablemente aceptó la invitación a los talleres sobre violencia y abuso infantil y se encargó de distribuir el mensaje entre los demás habitantes de la zona.

Además, en su testimonio, argumentó que era parte de las zonas altas donde eran un tanto distinta la vida a la que se solía desempeñar en las zonas bajas donde se encontraba en ese entonces. Ella es oriunda de San José Cabécar, de donde era oriundo también Antonio Saldaña, el último gran rey(2) de Talamanca. Más tarde, el guía local, un muchacho indígena de la comunidad de Suretka, fue quien se encargó de ampliar la información, comentando que las altitudes se prestaban para el cultivo de marihuana y que narcotraficantes de distintas zonas del mundo llegaban en helicóptero para ofrecer a los talamanqueños la labor de cultivo que evidentemente no es remunerada en absoluto.

También, él comentó que fue ante el miedo y las amenazas de muerte que algunas personas de las comunidades indígenas adquirieron armas como defensa personal para todos aquellos extranjeros que quisieran acercarse con la intención de quitarles la vida, lo cual definitivamente deja mucho que decir, dado a que se supone que Costa Rica es un país soberano, pacífico en el que no existen fuerzas armadas además de la policía civil. Ahora bien, ¿qué tan nacionalistas somos, entonces? ¿Verdaderamente no hay adquisición y uso de armas en Costa Rica o solo en las zonas del país más conocidas? La realidad se construye, es subjetiva y no precisamente la de paz tal y como se piensa en la meseta central. Esto también habla del proceso de sobrevivencia, de resistencia de esas comunidades; resistencia incluso contra el crimen organizado transnacional.

En cuanto a otras consideraciones y observaciones dentro de la zona, en todo el territorio solo se observó un cementerio, el cual no pasaba de tener 100 lápidas a lo sumo, dado a que aún son muchos los indígenas que prefieren enterrar a sus seres queridos y sus animales al lado de sus casas bajo los mandatos y tradiciones propios de su cosmovisión.

A ello cabe agregar que, hasta el segundo gobierno de Óscar Arias Sánchez, todavía se entregaban viviendas de cemento o prefabricadas en la zona, las cuales muchos talamanqueños utilizan como bodegas mientras que al lado tienen su “choza” o casa tradicional de hojas de suita y madera de chonta; lo anterior porque al ser construidas con cemento conservan el calor y poseen pocas ventanas, no tienen ventilación, son rígidas y no tienen ningún sentido cultural para las personas indígenas.

Los indígenas poseen un gran respeto a los ancianos y en el territorio de Talamanca se tuvo la oportunidad de admirar un hogar de ancianos, el cual era lo suficientemente extenso y bien cuidado producto quizá de esa admiración por los más mayores de la comunidad.

Cabe resaltar que es en el seno materno donde se enseña a respetar a los ancianos y son estos últimos los que están llamados a transmitir valores como el orgullo, bondad, caridad, alegría, valentía, destreza, amabilidad, apertura al cambio, fuerza y estética. También, los ancianos o “mayores” como se les reconoce dentro del territorio, son los encargados de transmitir la historia y cultura de su pueblo a través de la oralidad.

Las fiestas son algo común para celebrar cumpleaños y nacimientos, así como frecuentemente sus celebraciones están acompañadas de “chicha” y en ocasiones se baila el “Sorbón”, un baile tradicional cargado de significados como: hermandad, recuerdo de Pablo Presbere, y filosofía del buen vivir.

Existe un importante sincretismo, pues reconocen varios dioses tradicionales y creen en seres de la naturaleza y deidades, pero también practican religiones occidentales como el catolicismo y otras variantes evangélicas. Se tuvo la oportunidad de escuchar sobre la figura de un animal místico llamado el Tigre de agua, “Dínamu” en lenguaje Bribrí, el cual descansa en el río Terile. Se dice que este suele volcar las “pangas” de los extranjeros que tienen malas intenciones al visitar la zona, de ahí que el Dínamu los arroje al río para que nunca más puedan salir de Talamanca, pues es la tradición que se maneja si una persona cae al agua.

Algunos señalan que es el espíritu de Pablo Presbere que cuida de sus hermanos, el cacique que lideró una gran sublevación indígena contra los colonizadores españoles por ahí de los 1700 y que terminó siendo asesinado por ellos.

Otro aspecto interesante es que una mujer no indígena podría correr cierto riesgo, pues un talamanqueño podría pedir la mano de esta a cambio de un animal doméstico o ciertos productos agrícolas.

En síntesis, la cultura indígena talamanqueña se nutre de una organización, simbolismos, y construcción histórico social distinta a la conocida en las zonas más céntricas de Costa Rica, en donde el proceso de mestizaje y globalización nos ha “occidentalizado” casi sin darnos cuenta. Talamanca es un territorio rico en naturaleza, valores, ideologías, historia, arte tradicional y en el área agropecuaria; por ende se debería tener una mayor apertura para visitarla y una posición más firme de los gobiernos por apoyarla y protegerla, porque ella resguarda dentro de sí una realidad muy distinta a la que el tico “promedio” se encuentra acostumbrado, pero al fin y al cabo, una realidad que es parte nuestra también, aunque a veces elijamos no verla.

Estudiante de psicología.

1. En territorio indígena de Talamanca existen 3 colegios y 14 escuelas, sin embargo durante el viaje, quien escribe la crónica solamente pudo observar 2 centros educativos pues el resto se encuentran alejados y esparcidos por todo el territorio.

2. Desde la cosmovisión bribrí – cabécar la máxima figura de autoridad es un Rey. El término cacique es una construcción de los españoles de la colonia, puesto que las leyes de Indias no permitían referirse a las autoridades aborígenes como reyes.

La crónica es parte del trabajo que deben realizar las y los estudiantes del curso de psicología social II de una universidad privada en Costa Rica, y fue compartido por la autora para publicarse en este medio.

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