Conocí un pederasta

Monólogos con Pelé *

Lina Barrantes

Lina Barrantes Castegnaro

Iniciándose este siglo, o terminando el pasado, no sé, muchos años atrás, en una de mis vidas pasadas, en el escritorio que estaba a mi lado, trabajaba un individuo que parecía aplicado. Pasaba casi todo el tiempo viendo su pantalla. Se levantaba poco a conversar con los demás colegas, o a tomar café. No lo recuerdo almorzando en el comedor en el que todos nos calentábamos la comida y compartíamos nuestra hora de almuerzo. Llegaba muy temprano. Decía que era para evitar las presas.

Un buen día, pasó algo raro: de pronto llegó el Director Administrativo con una carta por medio de la cual ponía fin a su contrato laboral, y le pidió que abandonara las instalaciones, prohibiéndole recoger cualquier cosa.

El tipo salió e inmediatamente fuimos reunidos todos en la Sala de Sesiones. Nadie entendía nada, nadie sabía nada. Faltaban la Jefa, y un colega (pero no era raro, los horarios no eran estrictos). De pronto entró la Jefa con una expresión rarísima en su rostro. Entre miedo, enojo, asco y furia. Entró y empezó un relato tenebroso: recordemos que estábamos a finales del siglo pasado, o principios de este. En esa época tener un quemador de discos en una computadora era algo excepcional. En nuestra oficina había uno solo, y solo una persona lo sabía manejar.

Pues mi vecino de escritorio, le había pedido a ese único conocedor de la tecnología que le copiara varios discos. Un accidente tecnológico, hizo que en medio del trabajo se parara el aparato y que el técnico abriera el archivo para encontrarse con el horripilante descubrimiento de que los archivos contenían cientos de fotografías de pornografía infantil. Fotografías de niños siendo abusados sexualmente por adultos.

Nuestra oficinita, muy familiar, pequeña e intima había sido abusada toda.

La Jefa, junto con el técnico tenían varias semanas de estar todas las mañanas en la fiscalía, comunicándose con el pedófilo haciéndose pasar por clientes interesados en comprar niños para tener con ellos relaciones sexuales. El tipo ofrecía y cobraba dependiendo de la edad. Ofrecía niños a partir de 2 y 3 años. Ese día, nuestros dos colegas no habían aguantado mas emocionalmente. Habían estallado y habían dicho a la policía que hasta ahí colaborarían. Eso fue lo que se nos explicó en la Sala de Sesiones. Creo que este recuerdo fue para todos mucho mas traumático que dos muertes que habíamos tenido que afrontar antes, de dos colegas.

Los que estuvimos en esa Sala de Sesiones, creo que nunca sanaremos la herida que nos produjo el saber que habíamos convivido con semejante criminal.

La literatura al respecto es basta y hoy contradictoria. Hay quienes dicen que con mucha terapia un pedófilo se puede contener. Hay quienes dicen que no hay cura. En algunos estados de los Estados Unidos, la comunidad es advertida cuando un pederasta vive en el mismo barrio, para que los adultos tomen precauciones con sus niños.

Yo no sé si mi ex vecino de escritorio sigue siendo parte de redes en las que se venden niños para que sean abusados. No sé si fue sentenciado o no. Dichosamente no se mucho de su vida, mas que hace unos días, el destino me lo puso al frente de nuevo, y la repulsión y la ira, de nuevo se apoderaron de mi, como si las vidas pasadas no fueran pasadas. ¿Será que no lo son?

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* Pele fue mi perro, un beagle. Durante 10 años, escuchó pacientemente las reflexiones que de vez en cuando decidí poner en blanco y negro. Por su complicidad, decidí poner este nombre a la columna.

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2 comentarios

  1. Luis Fernando Acuña

    Gracias por traer a colación un tema que no debe dejarse de lado nunca.

  2. Pretender que no existe lo torcido, es una lógica autodefensa. Ese reencuentro con el agresor, te quitó tu escudo protector, al dejarte sin «olvido», te volvió a dejar la emocionalidad desnuda.

    Pobres personas menores de edad, desdichados quienes disfrutan con la agresión de otros, e infelices quienes siendo testigos, deben de abstenerse de reaccionar …

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