Antiguo edificio del Banco Anglo Costarricense

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Carlos Revilla Maroto

Carlos Revilla

Los alrededores de la Plaza de la Cultura es una zona privilegiada de la ciudad capital, en la que están muy cercanos unos de otros, edificios de valor patrimonial como el edificio Knohr, el Gran Hotel Costa Rica, el Teatro Nacional, la librería Lehmann, las Arcadas, lo que queda del Steinvorth, y del que les hablaré hoy, el antiguo edificio del Banco Anglo Costarricense. Todas estas edificaciones materializaron la nueva imagen progresista y moderna de la ciudad a la que se aspiraba entonces.

No puedo hablarles del edificio, sin antes hacerlo de la historia del Banco Anglo Costarricense, hoy como sabemos, ya desaparecido.

El banco fue fundado en 1863 por los ingleses Allan Wallis y Eduardo Allpress, y el costarricense Mariano Montealegre Fernández, como producto del desarrollo agroexportador que impulsó el cultivo del café iniciado unas décadas antes.

Pocos días después de su fundación, este pequeño banco abrió sus puertas al público en un modesto local alquilado ubicado en la que se llamaba «Calle Chapui», en la actual avenida 6.

En 1865 el Banco Anglo compró a la señora María Ana Painter Brealey, una casa ubicada entre calles 1 y 3 de la que luego sería la “Avenida Central” de San José. Esta segunda sede fue utilizada por el banco durante cuarenta y siete años hasta que en 1912 su junta directiva acordó construir un nuevo edificio.

Poco antes de finalizar la construcción de ese edificio en el que se habían utilizado maderas preciosas como el pochote, el cedro y el guachipelín, sucedió un voraz incendio, el 23 de enero de 1913, que destruyó esa sede de la institución bancaria. Además también resultaron destruidas en ese incendio la Tienda “Londres y París” (donde se inició el incendio); Almacén Koberg y Echandi (colindante con el Banco); Almacén de Juan Knóhr e hijos (colindante con el Banco); edificación de don Manuel Alvarado; casa propiedad de doña Teresa viuda de Dent donde residía don Andrés Coronado y su familia (colindante con el Banco); y la casa de Mr. Emilio Challe, donde tenían sus despachos los médicos Calderón Muñoz y Volio Jiménez.

El 18 de febrero de 1913 la junta directiva del Anglo acordó construir de nuevo su edificio, para ello suscribió días después un contrato con la empresa Carranza y Bolletti, en la cual tenía participación el arquitecto Jaime Carranza, quien había estado antes a cargo de la construcción del edificio incendiado, para que diseñara el nuevo y se hiciera cargo de su supervisión e inspección, por lo que en muy poco tiempo se inició su construcción en el mismo sitio donde antes habían estado las dos edificaciones anteriores. No obstante, durante los dos años que tardó la construcción de este edificio, la sociedad que formaban Carranza y Boletti se disolvió, pues en los meses previos a la finalización de la obra los datos se refieren ya solamente a Jaime Carranza.

La construcción de este edificio tardó exactamente dos años, habiéndose iniciado el 8 de marzo de 1913 y concluido en febrero de 1915.

En su construcción se requirió de materiales nacionales como las maderas preciosas empleadas en pisos, puertas, marcos de ventana, balaustradas, vigas, viguetas y alfajías donde el cedro, el roble, la caoba y el pochote fueron las maderas más utilizadas.

Sus paredes son de concreto armado y ladrillo, por lo que éste fue otro material importante en la construcción de este edificio, siendo los principales proveedores los señores Juan Barboza quien vendía 1000 ladrillos en ¢17 y Francisco Mora V., quien cobraba ¢l7,50 por cada mil ladrillos.

También fue necesario importar algunos otros materiales como piezas de hierro angular, hierro para techo, cemento y otros materiales de construcción adquiridos en empresas extranjeras como la Purdy Enginering Co., The Wells Architectural Iron Co. y la United States Steel Productos Co., igualmente, por medio de W. Le Lacheur & Son, se importaron vidrios y el piso de mármol colocado en la sala central del primer piso.

De la casa Tiffany Studios Co. de Nueva York se importó una espléndida baranda de bronce que fue colocada alrededor de la sala central del Banco, cuyo diseño era de estilo «Jack Yar» similar a la que existía en el Knickerbocker Inst. de Nueva York. Su costo fue de ¢12.203,86. En Tiffany también se adquirió un reloj para ser colocado en alguna de las paredes principales del nuevo edificio.

Todos esos materiales importados tenían que transportarse desde el lugar en que se adquirieron hasta el sitio donde se construía el nuevo edificio, labores en las que además destacaron los servicios el e transporte marítimo y ferroviario, la empresa de F. J. Alvarado, que se encargaba de los trámites aduaneros y J. J. Bonilla, quien prestaba los servicios de acarreo, labor que probablemente realizaba en carretas o carretones, por lo que muchos materiales importados fueron recibidos en San José, gracias al servicio de estas empresas.

Muchos de los materiales necesarios en esta construcción, fueron adquiridos en las mismas casas comerciales que poco tiempo antes habían suministrado todo lo necesario para la construcción del edificio que se incendió, como las Ferreterías Macaya y Fortich Espriella Co., los Almacenes Steinvorth, Koberg y Echandi y en otros depósitos de maderas y materiales de construcción como el de Carranza y Boletti, Lesmes Jiménez, R. Iglesias, G. R. Lahmann, J. P. Rodríguez y Hno., A. S. Moreno, G. Vargas. C; lo mismo que en F. Monge, Adolfo García, Suárez y Cueto; Francisco Origgi y J. Miguel Rodríguez.

Como vemos, para principios del siglo XX, nuestra ciudad capital ya contaba con un comercio bastante extendido en cantidad de establecimientos, como en la cantidad de productos que despachaban.

El trabajo de cortado y posiblemente de colocación de las piezas de mármol en los pisos fue realizado por don Antonio Portuguez.

Eloy Rojas junto a su cuadrilla de trabajadores se encargó de realizar varios trabajos de hojalatería y herrería y otros relacionados con la instalación mecánica del edificio, como la colocación de los «excusados», baños y mingitorios.

Don Rubén Rodríguez torneó 68 balaustres, 6 pilarotes y 5 metopas y donde Costa y Pascual también se tallaron 4 cartelas.

A Carlos Gomis, propietario de «La Artística» se le encargaron varios trabajos de charolado y de torno, entre ellos, seis rosetas torneadas.

La capacidad y pericia artesanal de varios extranjeros estuvieron al servicio de la construcción y embellecimiento de este edificio; por ejemplo, los suizos Augusto y Venancio Induni Ferrari, tuvieron a su cargo la elaboración de los capiteles para las columnas e hicieron trabajos decorativos en su fachada así como otros de ornamentación y estucado en el cielorraso. En tanto el italiano Mauricio Fontana se encargó de ornamentarlos con una decoración en estuco.

Otro trabajo artesanal hecho por algunos miembros de la colonia extranjera fue el que se le encargó al ítalo costarricense Pedro Albertazzi, experto en el trabajo con la piedra. Este elaboró el zócalo del frente del edificio, las gradas de piedra y la acera de este mismo material. El talento y aporte de estos inmigrantes al patrimonio arquitectónico costarricense aún se puede constatar con solo mirar este edificio.

El costo del edificio ascendió a ¢149.791,07.

De este dinero se pagó por sus honorarios al Arq. Jaime Carranza el monto de ¢11.983,28, equivalentes al 8% del total del costo. Carranza además recibió una gratificación de ¢1.000 como agradecimiento por sus servicios.

Igualmente la junta directiva del banco agradeció con una gratificación de ¢100 al jefe de los operarios José Chaves y al carpintero Jaime Llach, «por sus buenos servidos en la construcción del nuevo edificio del Banco».

Uno de los rubros en los que se gastó más dinero, además del correspondiente a materiales, fue el de mano de obra, oscilando en unos ¢500 la planilla semanal y llegando inclusive en algunas a alcanzar más de ¢700 por toda la cuadrilla de trabajadores.

Para estrenar el nuevo edificio el banco se equipó del mobiliario necesario. Importó dos cajas de hierro, pagó a Jaime Carranza para que hiciera una mesa charolada grande; a Jaime Forn cuatro escritorios con un costo de ¢90 cada uno y dos casilleros para billetes; a Simón amador una sombrerera de bronce que costó ¢75; a Luis Gomis y también a Carranza le compraron, a cada uno una docena de ganchos para una paragüera confeccionada ahí mismo; donde Piza e Hijos se adquirió una máquina de escribir “Underwood”, cuyo costo ascendió a ¢275; y donde Pagés y Co. se compró un escritorio de metal. También se adquirieron 33 cajas de cedro, dos ventiladores y dos bancos charolados.

El aumento en la cantidad y variedad de operaciones bancarias que los nuevos tiempos fueron imponiendo y la densidad poblacional, así como el consecuente incremento en la clientela del Banco Anglo Costarricense, fue requiriendo ampliar cada vez más su edificación. Necesidad que no podía ser solventada en el estrecho espacio donde éste se encontraba, rodeado por el Gran Hotel Costa Rica, Las Arcadas y la plazoleta Juan Mora Fernández por una parte y el edificio Knohr por otra; esto motivó que se decidiera construir un nuevo edificio que supliera todas las necesidades del momento.

A inicios de la década de 1960 el Banco Anglo Costarricense construyó una nueva edificación muy cerca de ésta, sobre lo que hoy es la avenida segunda, diagonal al Teatro Nacional de Costa Rica trasladando ahí sus funciones, por lo que el edificio fue vendido al Estado, utilizándolo luego varias instituciones como la Corporación Costarricense de Desarrollo S.A. (CODESA) y el Ministerio de Economía, entre otras.

Estas instituciones adaptaron el interior del edificio según las necesidades de cada cual, pero respetando siempre su fachada principal la cual ha llegado hasta nuestros días prácticamente tal y como la vieron por primera vez los ojos de quienes la admiraron hace ya más de cien años.

Hasta aquí la historia, aunque no lo crean un poco resumida.

El edificio es muy hermoso y de finos acabados; las paredes son de concreto armado y ladrillo, zócalos de granito, su fachada con influencia del estilo neoclásico en su versión criolla se caracteriza por la profusión de arcos de medio punto tanto en las ventanas como en la entrada principal, rodeados por dobles pilastras corintias. En el segundo piso destaca un balcón falso con balaustrada, elemento que visualmente divide los niveles del edificio y además acentúa su horizontalidad. Internamente destacan los acabados de finas maderas en marcos de ventana y puertas originales, entre las que predomina el cedro; los cielos con molduras de yesería, elaboradas artesanalmente y la ornamentación de los capiteles de columnas en estuco; pisos de mármol; vidrios biselados; herrajes y perillas en bronce también de tradición neoclásica.

La edificación fue declarada patrimonio arquitectónico, según el decreto ejecutivo N° 29582-C, publicado en el diario oficial La Gaceta N° 115 del viernes 15 de junio de 2001.

Tras la declaración y después de muchos años en desuso y abandono, el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (CICPC) se propuso rescatar tan importante edificación y así desde el año 2001 se invirtieron varios millones de colones en un proceso de restauración y adaptación a los nuevos usos.

En la actualidad este centenario edificio es la sede del CICPC, entidad adscrita al Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ). También es la sede de la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica, la Academia Costarricense de la Lengua, la Comisión Nacional de Patrimonio Histórico Arquitectónico y la Comisión Nacional de Patrimonio Inmaterial y de la Oficina de Información Turística del ICT.

La época de finales del siglo XIX y principios del XX, se caracterizó por una serie de radicales transformaciones culturales, educativas, estéticas, arquitectónicas etc., el antiguo edificio del Banco Anglo Costarricense es parte de esos cambios.

 
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Gracias a la CICPC por facilitarme la información histórica, tomada de “100 años del edificio del Banco Anglo Costarricense” (2015).

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Un comentario

  1. Arq. José Luis Jiménez Nema

    Yo, visité la construcción del nuevo edificio del BANCO ANGLO COSTARRICENSE todos los días laborales, en Avenida Segunda diagonal al Teatro Nacional antes que la 2da Ave. se ampliara, , y estuve en su inauguración en primera fila cuando tenía edad escolar, como alumno de la ESCUELA JUAN RUDÍN que quedaba a dos cuadras del edificio, hoy tengo 84 años y con gusto les puedo enviar la historia de esas visitas a la construcción del nuevo banco. Me gustaría conseguir el nombre del Arquitecto de esa obra.

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